"La tortura de escribir, al fin y al cabo, es un castigo maravilloso elegido voluntariamente. Un castigo de libertad."
Alfonso Ussía

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Que ya no van a estar

Que no están. Que ya no van a estar. Pero da igual cuántas noches pasen, yo sigo esperando sus besos de buenas noches. Esta casa ha perdido toda su magia y nada tiene sentido. ¿Cómo me levanto cada mañana sin el ritmo frenético de siempre? ¿Sin las prisas? ¿Sin el "abrígate que hace frío"? No sé si te das cuenta de los que me has quitado. Ya no más obras de arte pegadas en la nevera, no más pasitos de puntillas por las noches ni más dibujos animados los sábados a la mañana. Las clases de baile, los deberes de mates, las riñas, los juegos... ¿Sabes lo vacío que queda el salón el día de reyes sin sus zapatitos bajo el árbol? No, claro que no lo sabes, nunca lo has vivido. Elegiste lo fácil, salir corriendo, huir lejos, quitándomelo todo. Quizás algún día me expliques el por qué de esto. Porque no sé si lo recuerdas, pero te dije que para ser padre me comprometía a dar toda mi vida, que me emplearía a fondo, que todo giraría alrededor de esto. Claro que lo recuerdas, pero no te importa. Solo te importa ganar tú. Y lo has conseguido.

¿Pero cuándo dejaste de ser la mujer que conocía? Me duele pensar que, cuando sentía tu respiración al otro lado del colchón, tú no te alegrabas de vivir así. Me duele haber estado engañado tantos años y creerme tus "te quiero", desde los primeros hasta los últimos. Pero, siento decirte, que más me duele perderlas a ellas. Recuerdo decir que no podría separarme de una persona a la que he querido de verdad y no poder mirarla a la cara a no ser que me hiciera algo muy grave. Pues tú lo has consegudo.

Pero es que piénsalo. No voy a verlas en sus primeros días de instituto, ya no volveré a leerles cuentos, se acabaron las partidas de cartas. No me sirve verlas un día cada mucho tiempo. La rutina se ha roto y ya no puedo unir los trozos que han quedado. Me voy a perder sus vidas, obligado a estar atrapado en un segundo plano. Y, poco a poco, se irán olvidando de pedacitos de mí. Culpa mía por creer que podía tocar el cielo. Ahora mi sueño está hecho añicos, mi sudor entre las sábanas y mi vida entre sonrisas sin algún diente. Y tu lo barajas todo en el cruel casino en el que me ha tocado vivir. Quiero perderme y huir de esta casa que grita a voces su historia. No. Mejor dicho, quiero recuperarlas. Jamás pensé que fuera a decir esto, pero tú puedes hacer lo que quieras, pero yo solo quiero tenerlas entre mis brazos, como antes.

Pero claro, no me hagas caso, al fin y al cabo esto solo es un discurso en la mente de un hombre acabado. Algo así como su nana de cuna. Una verdadera historia para no dormir.

martes, 17 de diciembre de 2013

La ilusión...

El reflejo en los ojos de un niño cuando ve pasar a los Reyes Magos. Esa ilusión que se percibe en cada sonrisa. Las madrugadas que hacen el día seis. Las caras de asombro al ver todas las luces por la calle. Las ganas de montar el árbol y el beso que le dan a los abuelos en la cena. Encender bengalas y ver como se consumen, soltando miles de chispas luminosas. Quedarse hasta la madrugada en nochevieja. Ponerse un gorro de Papa Noel y salir a la calle. No madrugar. Estar con toda la familia cantando villancicos y reír. 

Quiero olvidarme de todo por dos semanas, quiero descansar, quiero soñar. Quiero volver a vivirlo todo como si fuera un niño. Ser feliz al ver todo el salón lleno de regalos, al sentarme a cenar con toda la familia. Es posiblemente la época del año donde más deseo ser un niño y no saber nada. Pero es lo que toca... Y la ilusión no se pierde.


lunes, 9 de diciembre de 2013

La de los ojos bonitos

Las luces de la ciudad nos reflejan en la cara mientras las piernas nos cuelgan de la azotea. Dicen que estamos en la ciudad de las luces, la ciudad de las oportunidades, la ciudad de los sueños. Y ¿Sabes qué? No se equivocan. Y, aunque Nueva York en las películas siempre parezca una ciudad para gente con dinero que entra en las tiendas más caras, cena en el restaurante de moda y se aloja en la suite del mejor hotel; esta gran ciudad es mucho más que todo eso. Es caminar por las anchas calles de la mano de alguien, rodeado de altos rascacielos. Es sentarse en un banco a ver como el sol se va y las luces vienen. Es perderse en Central Park, callejear por cada esquina, unirse a la rutina, tomarse un café observando el ir y venir de la gente. Nueva York está hecha de sueños, esperanzas, aspiraciones. Es magia de día y magia de noche. Y , hazme caso, aquí es donde sucedió todo. Yo iba caminando con prisa por una de las calles más grandes de aquí. Y, de repente, le oí. Era un hombre de aspecto acabado, pero con un brillo muy especial en los ojos. Y un violín entre sus manos. Y me paré en seco, estaba tocando "Es la noche del amor" de la película de "El Rey León". Y me llegó al corazón. Sería el sentimiento de soledad, melancolía y misterio que trasmitía el rozar de las cuerdas pero me quedé hasta el final y le di el poco dinero que tenía. Pero no conseguía quitarme esa melodía y esos ojos de la cabeza. Y tuve que ir al día siguiente a escucharle de nuevo y darle algo de dinero. Y poco a poco caí en una especie de adicción y mis visitas eran diarias. Las notas me ayudaban a continuar con todo y la agilidad de sus manos me hipnotizaban. Se convirtió en rutina. Hasta que un día cambió todo.

Hacía frío, pero el hombre llevaba las manos desnudas para poder tocar bien el violín. Tras llenarme de magia, me di media vuelta y me dispuse a irme, pero una mano me aferró del hombro. "Em... Lo siento, no quiero molestar, pero me gustaría saber si a una chica tan guapa como tú le gustaría cenar con un hombre como yo". Me puse roja y no sabía que decir, pero tras ver como agachaba la cabeza, decidí decir que sí. Si sabe tocar así, no puede ser un mal hombre. Me dio una dirección y a la hora que me dijo, me presenté allí.

Me encuentro una azotea con una mesa decorada con velas y con un gran banquete. Desde la azotea se ven todas las luces que podía haber en todo Nueva York y en una esquina, bajo la tenue luz de los farolillos que colgaban por todo el lugar, había una lona que tapaba algo enorme. Y el hombre que toca el violín me ofrece sentarme al banquete. Me siento quizás un poco defraudada. No es posible que un hombre que toca en una esquina pueda pagar esto. Él lo nota y acto seguido me dice: "Te preguntarás como he podido pagar todo esto. Pues bien. La azotea era donde mi padre me enseñaba música cada día, el lugar donde he crecido. Y para todo lo demás he ido metiendo en un bote todas las monedas que tú me dabas, porque desde el primer día que te paraste enfrente de mí, me quedé prendado de esa sonrisa preciosa.". Y saca el bote en el que pone "para la de la sonrisa bonita". Se acerca a la lona y lo quita, enseñando un viejo piano. Hunde los dedos en las teclas y toca "Es la noche del amor".

Y ahora estoy cogiéndole la mano mirando todas las luces que hay. Y dándome cuenta de que realmente Nueva York es la ciudad de los sueños.



lunes, 2 de diciembre de 2013

Cartas al cielo

Aquí me tienes otra noche más, hablándote. Sonriendo mientras miro nuestras fotos. Últimamente no te hablo mucho, pero es que estoy de exámenes y tengo menos tiempo. Todo va bien. María ha ganado el concurso de fotografía del colegio y está como loca de contenta. Hace mucho tiempo que no veo a Dani, como su familia se mudó a otra ciudad, ahora no podemos quedar todos los fines de semana. Bueno, este sábado tenemos cumpleaños de Silvia y no sabemos qué regalarle... Y bueno, esas son las noticias más importantes. ¿Tú qué tal? Supongo que por allí bien, todos dicen que donde estás es un lugar más bonito y mejor para estar. ¿Sabes? Me he puesto a recordar. No puedo evitarlo, lo sabes. Aún recuerdo el día en el que te fuiste, aunque ya hayan pasado tantos años. Llevabas mucho tiempo en esa habitación oscura y fría, tanto, que te había regalado un póster de Pokémon para decorar sus paredes. Yo iba allí casi todos los días a verte y jugábamos a cartas, veíamos la tele o contábamos historias. Recuerdo la última carta a los Reyes Magos que escribimos juntos. Yo pedí para ti una peluca con el pelo revuelto, como a ti te gusta, pensando que si recuperabas el pelo, podrías salir de allí. Bendita inocencia infantil. Y llegó el último día. Me dijiste que, por fin, salías de allí. Yo me puso muy contento, pero tú me cogiste de la mano, me diste las gracias y me entregaste una pequeña mochila. Al despedirnos tenías los ojos llorosos, pero una gran sonrisa en la boca. Yo no entendía nada, pero al día siguiente, al pedirle a mi madre que me llevará contigo, me sentó y me lo explicó todo. Yo no le creía, pero cuando me fui a la habitación y abrí la mochila, vi tu peluche favorito, tu libro de Harry Potter, el que nos había hecho creer que éramos magos, y un dibujo en el que salíamos los dos con un título. "Gracias... Nos veremos pronto, lo prometo". Me sentí triste, yo no me había despedido de ti, y decidí enviarte una carta. Pero cuando la tenía escrita, mi madre me dijo que estabas en el cielo, con el abuelo Antonio, y que allí no llegaba el cartero. Pero no me dí por vencido, escribí la carta en un avión de papel, lo tiré por la ventana y cerré los ojos para no ver hacia dónde iba. Me daba igual, yo solo sabía que ibas a recibirla.

Poco a poco me fui dando cuenta de que no hacía falta hacer todo eso para hablar contigo. Que siempre que te necesito estás y que si todo va tan bien es gracias a que tengo un ángel de la guarda que me cuida. Si algo se tuerce, solo necesito abrazar tu peluche para sentir que todo se va a arreglar. Vale que ya no podamos jugar a cartas. O ver una película juntos. Ni escribir la carta a los Reyes Magos. Pero ahora mi vida ha cambiado. Y si ahora consiste en recordar momentos, en esperar abrazos que, sin duda, llegarán y en escribir cartas al cielo... Quién soy yo para cambiarlo, si sé que así puedo llegar a ser lo que quiera.



martes, 26 de noviembre de 2013

Y enamorarme de la ciudad, pero un poco menos que de ti.

Historias de autobús,. Cuentos fantásticos llenos de personas felices en boca de ilusos. Susurros y secretos. Manos entrelazadas y sonrisas dobles. Ratos dormidos, cabeza con cabeza, compartiendo el mismo sueño. Horas de espera, música para ambos con un solo par de auriculares. Mismos acordes, mismos compases, mismas melodías, mismos sentimientos. El mismo brillo en los ojos. Y el frío al apoyar la cabeza al cristal.

Pero estamos aquí. Ya estamos aquí. Parece que no íbamos a llegar nunca, pero la magia parisina nos da la bienvenida. y es que estás aquí. Conmigo. Mirando hacia todos lados con tus ojitos curiosas mientras me coges de la mano. Tanto tiempo había esperado este momento, una navidad en París, contigo a mi lado. Y ahora estamos observando maravillados las luces callejeras típicas de estas fechas, con nuestros gorros de lana y bufandas calentitas. Estás preciosa.

Y es que solo la luz que se refleja en tus ojos puede superar a cualquier destello del sol. Solo tu risa puede mejorar cualquier armonía hecha por las cuerdas de un viejo piano. Que solo tu sonrisa podría desviar la mirada de todos. Que sí, que solo tú puedes hacer que todo esto valga la pena. Luchar, si es contigo, lo vale todo y velar por tu felicidad se ha convertido en mi meta. Dicen que el mundo está hecho para vivir de dos en dos. Que todo cobra sentido. Dicen muchas cosas, y la mayoría no las creo. Solo sé una cosa. Que eres tú. El susurro del viento prematuro del otoño. Cada aroma de una delicada flor de primavera. Cada sorbo de mi chocolate caliente en una fría tarde de inverno. Siempre has sido tú la que ha dado el detalle a cada instante que hoy me construye. Sin ti, no sería yo. Sin ti... No sería nada.

Ay, tenemos tantas cosas que hacer aquí... Desayunaremos un café caliente en una cafetería del centro, en una de esas mesas que da a la ventana, para ver la magia de la rutina, del ir y venir, de las prisas, de lo cotidiano. Recuerda que, por mucho vértigo que tenga, subiremos hasta la parte de arriba de la Torre Eiffel y veremos todo. Y la Torre, hoy, lucirá por ti. Supongo que no nos iremos sin dejar un candado con nuestro nombre en el famoso puente. O sin que alguna de las manos ágiles de los artistas callejeros nos retrate en alguna esquina especial de París. Paseos de la mano por las calles infinitas de la preciosa capital. Soñar despiertos. Ir de en tienda buscando souvenirs y comprar cientos de pequeños llaveros de la Torre Eiffel para recordar todo esto al irnos. Y enamorarme de la ciudad, pero un poco menos que de ti.




lunes, 18 de noviembre de 2013

Ley de vida

El humo de una colilla casi acabada se disipa a ras del suelo. Silencio, aunque existan palabras acompañadas de alientos cálidos, no puedo percibirlas. Rojo, verde y ámbar. Ámbar. Ámbar. Parpadea en el semáforo, como desafiante. La oscuridad de la noche se va dañada por el reflejo de lo que en algún momento fue la farola que anunciaba la llegada a casa. Cuántos recuerdos. Cuántas promesas. Todas rotas. Ya sabes, esos "para siempre" con fecha de caducidad. O quizás con obsolescencia programada. Vete tú a saber. Pero me queda el consuelo de pensar que al principio tú tampoco pensabas que esto acabaría. ¿O sí? Sé que me estoy mintiendo a mí mismo. Y, es que, he oído demasiadas cosas sobre ti, todas contradictorias. Unos dicen que eres lo mejor y otros que ojalá pudieran alejarse de ti. Has hecho felices a muchos y desgraciados a otros tantos. Quizás todo sea cuestión de suerte.

Manos en los bolsillos. Conversaciones cortadas. Servilletas usadas y tiradas. Como desechadas. Usar y tirar. Bonito concepto. Filosofía de vida de muchos, diría yo. Sé que ha habido muchos en tu vida. Me gustaría pensar que te has quedado con algo de cada uno de ellos, que no ha sido un simple número. Aunque sea un detalle. Sé que pasará el tiempo y cumplirá su trabajo. Me borrará de tu recuerdo para siempre. Ley de vida. Tú ley.

Garabatos en una libreta olvidada. Un billete para el bus gastado. Un viaje de ida sin reembolso para la vuelta. Una maleta medio hecha. O medio desecha. Todo acaba. Más silencio. Oscuridad. Olvido. Total, yo muero y tú sigues. Solo hazme el favor de nunca morir tú. Personas como yo hay millones. Miles de millones. Pero vida solo hay una. Por suerte o por desgracia, pero solo una. Sigue con tu trabajo y haz vivir. Y recuerda que no hay rencor... Solo agradecimiento por todo lo que me has hecho vivir.

martes, 12 de noviembre de 2013

Testimonio de un alma rota en pedazos

Quizás el tiempo nos acabó consumiendo. Y con cada granito de arena que caía, aterrizando en la parte baja del reloj, se desvanecía una parte de nuestro alma. No sé desde cuándo siento este vacío, ni siquiera sé quien controla la mano con la que escribo. Mi amargura es demasiado abstracta como para describirla con simples palabras. A mi soledad le faltan alas para salir volando, y cada vez que intenta saltar del nido solo acaba cayendo estrepitosamente al suelo, haciendo más obvia su presencia. El silencio es algo frío, que me penetra por la piel por muchas capas de ropa que me ponga. Creo que no queda ni un rayo de luz perdido para mí, todos os los llevasteis tú y tu malditos ojos claros. Que me he quedado solo, con la única compañía de un melancólico bolígrafo negro y el potencial de un folio en blanco. Todo es gris y solo brillan mis ojos, porque cada vez que recuerdan haberte visto no pueden evitar ahogarse entre sollozos. El mundo es grande, enorme. Y las distancias que nos separan multiplican los metros. Y yo me hallo a años luz de todo, sobre todo de ti. Tocado y hundido, perdido en algún lugar entre la tierra y lo inhumano de tu sonrisa. Abandonado, por meras excusas. Dilo claro, has visto que no valgo. No soy suficiente para ti. Y el tonto soy yo. Lo sabía desde el principio. Pero jamás pensé en que estaría tanto tiempo contando las pecas de tus mejillas y recorriendo con el dedo la carretera de tu pelo rizado. Ya está. Es el fin.

Quizás me comprendas, quizás no. Nunca lo sabremos. De momento me seguiré escondiendo entre las líneas de un relato no escrito y viviendo en la sombra de árbol bajo el que soñaba. Y volveré a quemar papeles y a liberarme por medio de absurdos textos inútiles. Pero al menos esto me da la tregua suficiente para tener tres horas para dormir y soñar que quizás volverás. Aunque sé que eso no pasará. Y que mi boca no volverá a sonreír mientras te espero sentado en el banco de enfrente de tu casa. Y que nunca volveré a oírte susurrar que me quieres. Y que ya nunca volveré a cogerte de la mano para dar un paseo después de llover.

Solo te pido que no me vuelvas a llamar y que desaparezcas. Quizás te sientas culpable, pero entiende que yo me siento vacío. Vacío y sin ganas de soñar. Porque en ti puse todo... Y no vi el error hasta que llegó el final.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Nuevo día, nuevas experiencias, mismo sentimiento.

Suena el despertador, rompiendo el sueño de Paula. Nuevo día, nuevas experiencias, mismo sentimiento. Y aunque las ganas de pisar el frío mundo que hay fuera del suave y cálido refugio de debajo de las capas de mantas, toca levantarse. Nadie sabe qué le pasa, quizás ni siquiera ella tampoco, pero no están siendo unos días muy buenos. Tan buenos como Paula se lo merece.

Su hermano duerme, y no podrá ver esa sonrisa nerviosa y sincera de un niño de siete años, la que, no en pocas ocasiones, ha sido su bote salvavidas. Carga con la mochila y encuentra la fuerza, cada día quizás un poquito menos, suficiente para hacer frente a lo que le espera. Auriculares para anestesiar el dolor y para sonreír e iluminar.

Nuevo día, nuevas experiencias, mismo sentimiento. Encuentros en el pasillo, sonrisas forzadas y "buenos días" monótonos. Pero Paula no lo ve. No está sola. Puedo contar a bastante gente que nota que Paula no brilla igual. Pero las largas horas de clase solo duermen más a Paula. Y el recreo es muy corto. Y sus charlas interiores demasiado largas.

Paula ya no se mira en los cristales de las puertas de las aulas. Ya solo se fija en las baldosas iguales del suelo del pasillo. Solo espera a llegar a casa. Quizás como todos, pero ella con más razones. Y tras siete largas horas de batallas pasadas, frases en latín y reflexiones de Platón, consigue volver. Nuevo día, nuevas experiencias, mismo sentimiento. Pero su día no ha acabado. Y su hermano vuelve en dos horas.

"Quizás la música sea la respuesta. Quizás la vida siempre sea así. Quizás solo la música y hacer los deberes con mi hermano sea lo bueno." Quizás. Quizás. Aunque quizás si Paula levantara la cabeza, vería a personas preocupadas. Y dispuestas a hacerla brillar como se merece. Y quizás todo empiece a ir mejor. Y quizás vuelva a ser todo tan bueno como Paula merece.

Paula no está sola. Nunca lo ha estado. Y tú. Tú tampoco. Solo levanta la cabeza y míralos. Ahí están.

martes, 5 de noviembre de 2013

Las noches son para...

Las noches lluviosas son para pasarlas en el balcón bajo una manta contigo. Y hablar mientras tenemos de fondo el suave ritmo de las gotas cayendo. Charlando de lo que sea, pero contigo. O simplemente para estar en silencio y oír tu respiración suave y tranquila, indicando que todo va bien. Y sentir cómo me coges la mano y apoyas tu cabeza sobre mi hombro con mucho cuidado. Y sonreír, porque me doy cuenta de que todo es posible. Contigo.

Las fría noches de invierno son para abrigarse más, quizás coger una manta más gorda, y pasar al balcón, siempre con un gran tazón de chocolate caliente entre las manos. Arrimarnos más para estar menos fríos. Y ver cómo sale el humo de nuestra boca hasta disiparse en la oscura noche; a cada palabra, a cada respiro. Y ver que somos los únicos que podemos ver esto. Y que el mundo ha caído a otro nivel. Porque ahora mi mundo eres tú.

Las tardes dulces de primavera son para empezar a plantearse dejar la manta a un lado, salir al balcón más frescos y comenzar a percibir esa magia tan característica de esta época. Y para darnos cuenta de que el silencio que guardamos para decírnoslo todo está más lleno de vida. Tiene más sentimiento. Y observar cómo la ciudad duerme bajo un cielo cada vez menos lleno de nubes y más lleno de estrellas. Y buscar estrellas fugaces para pedirles poder hacerte tan feliz como tú me lo haces a mí.

Las cálidas tardes de verano son para no dormir. Y pasar las largas horas de las noches en el balcón, sin tener que preocuparse, ya que son vacaciones. Y esperar ansiosos al amanecer que, al igual que cada noche contigo, es distinto al anterior. Y contar las estrellas intentando encontrar la que brilla más que tú. Aunque sé que no existe. Y que, aun haciendo calor, quieras arrejuntarte y apoyar la cabeza sobre mi hombro. Y sonreír.

Y hasta que todo esto sea posible, me conformaré con observar la misma luna que cada noche brilla por ti. Y con desear a las estrellas que no te aparten de mi lado.

Que las noches son para soñar, sí. Pero para soñar despierto contigo a mi lado.

Igual que ayer... igual que mañana.

Auriculares puestos. Cordones atados. Todo preparado. Salgo a la calle, igual que ayer, igual que mañana. Paso a paso, está todo estudiado, aunque al principio fuera un camino al azar. Y suena la canción alegre que tanto nos gustaba. It's time to believe. Cruzo la carretera y giro a la derecha, ya es todo mecánico. ültimos acordes de la canción, perfecto. Todo va genial. Primeros compases de un maestro, Sabina. Sí, esta canción la elegí yo porque me encantaba. Bueno, me encanta, pero ahora soy incapaz de escucharla salvo en estos momentos. Y paso por la puerta donde cada día se unía ella, con paso ágil y una sonrisa que jamás podré olvidar. ¿Y cómo huir cuando no quedan islas para naufragar? Y recuerdo cuando ella se metía conmigo por escuchar a Sabina. "Música para deprimirse" decía. Jamás pensé que tuviera razón. Recto. Hacia la izquierda. Comienza otra canción, ahora elegida por ella. Te voy a escribir la canción más bonita del mundo. Y ella decía que era la nuestra. Y me cogía de la mano. Todavía puedo sentir cómo entrelazaba sus dedos con los míos. Y un día verás que esta loco de poco se olvida, por mucho que pasen los años de largo en su vida. Por mucho que pasen los años... Última nota. Silencio. Empiezan a sonar las notas de un piano, sé que llega el momento. Pero me cuesta, siempre me cuesta. Giro a la derecha y ahí está. Todo calculado, aunque después de tanto tiempo es normal, no tiene mérito. Empiezo a cruzar el paso de cebra y... Never mind I'll find someone like you. Cierro los ojos y llego al centro del paso. Don't forget me... I beg. Y entonces pasó el coche y ella se fue con él y unos metros más allá... cayó al suelo. Yo solo podía abrazarla y llorar mientras veía su cuerpo tumbado en el suelo. Acaba la canción y toca irse a casa a intentar llevar vida normal. Y no pensar en la camiseta llena de sangre que tengo escondida. E intentar sonreír al ver la foto nuestra que está pegada en la puerta del armario. Y a pretender dormir de un tirón sin que ella me quite el sueño. Igual que ayer... igual que mañana.

domingo, 27 de octubre de 2013

Ídolos.

Hace un tiempo, seguramente desde verano, que me he dado cuenta de lo importante que se ha vuelto la palabra ídolo en la sociedad. Twitter se llena de cuentas hechas para apoyar al famoso con ese rol. Pero ¿Qué buscamos en ellos?

Nos basta con ver como son artísticamente hablando. Si cantan bien, si bailan bien, si actúan bien... O, la mayoría de las veces, solo nos fijamos si son guapos o guapas. Y casi seguro que tú tienes un ídolo. Y seguro que se cumple con uno o varios de las condiciones dichas anteriormente.

También hay que decir que la palabra ídolo reúne muchas definiciones hoy en día. Desde ser muy fan de un cantante, hasta convertirlo en tu Dios, en el centro de tu vida. Si tu ídolo sonríe, tú sonríes y si tu ídolo llora, tú lloras. Es tu ejemplo a seguir, lo que esperas a ser. Y es perfecto y no tiene ningún defecto. Todo lo que haga está bien. Todo vale.

Espero que hayas visto el problema de esta manera de pensar. Mucha gente siguiendo y haciendo lo que una persona dicta. Solo porque canta bien, actúa de cine y es despampanante. Esto no puede acabar bien y claros ejemplos hemos visto en la sociedad.

Lo primero que yo tengo que decir es que hasta hace poco yo tenía a una cantante a la que denominaba Ídolo. Y no me malinterpretéis, ahora sigo siendo un gran fan de ella y me encanta. Pero ya no la denomino ídolo.

Yo no creo en la necesidad de haber ídolos, solo creo que deberíamos tener personas que sean ejemplos a seguir, pero juzgando antes si lo que hace te parece correcto. Nadie es perfecto. Tenlo en cuenta.

Y tus ejemplos a seguir pueden ser de distintos tipos: un famoso, un amigo adulto, un profesor... Pero en mi opinión, teniendo en cuenta cómo es como persona. Cantar, bailar, actuar, ser guapo, escribir... Hacer todo eso bien no condiciona ser buena persona. Es más, creo que andamos faltos de modelos adecuados en la sociedad ahora. Pero creo que somos capaces de distinguirlos.

Además estoy seguro de que ya has pensado en alguno mientras leías esto. Yo he pensado en varios y de diversos tipos: algún famoso, algún profesor, un amigo adulto, varios monitores de grupos...

No lo des todo por una persona que no te conoce olvidándo a todas las personas que tienes alrededor. Ten en cuenta lo que tienes y quien tienes. Seguro que son los que te ayudarán a crecer.

A ti. Por todo.

Hace algo más de un mes que comencé con esto del blog y debo decir que estoy encantado. Tengo un espacio donde puedo escribir lo que quiera cuando quiera y eso es genial. Pero lo que más me ha gustado de todo habéis sido vosotros. No sabéis lo que es que una persona os diga: "Escribe mucho hoy que cada tarde te leo". O que haya gente que me diga que le consigo hacer llorar. O que les gustan mis relatos, que suba ya la última parte.

Así que desde aquí quiero agradeceros a todos los que me leéis, ya sea los que llevais desde el principio o simplemente has entrado aquí una vez.

Que gracias a vosotros tengo otra razón para escribir. Y veo uno de mis sueños cada vez más cerca.

Ya no escribo solo para mí. Gracias por todo.

martes, 22 de octubre de 2013

Volaba libre, tan libre como grande es el mar

Os voy a contar una historia, la historia de una joven llamada Mar y su gran amor. El mar.

No sé si lo llevaría en el nombre, pero Mar amaba el mar. Además, vivía en un lugar que, aunque estaba cerca de esa gran masa azul, no le permitía perderse en esa misteriosa aura que desprendía, por eso esperaba impaciente el tiempo que pasaba cada año en un pequeño pueblo que había visto crecer a su padre. Porque ese pueblo bañaba sus fronteras en la costa.

Y cada noche se quitaba los zapatos y caminaba con cuidado por la fría arena hundiendo ligeramente sus pies en ella. Y se sentía genial. Y por fin llegaba a la orilla y caminaba con el agua por los tobillos, observando cómo es suave vaivén de la marea le acariciaba. Y sentía que se hacía uno con el agua y que volaba libre, tan libre como grande es el mar. 

Mar tiene un sueño. Quizás no es un sueño grande, pero para ella sería perfecto. Quiere recorrer cada océano en un pequeño velero, de costa a costa, surcando los mares. Y todos los años suele ver una estrella fugaz a la que le pide ese deseo.

Mar se solía sentar en la arena y cerraba los ojos. Y oía el murmullo de las olas. Y sentía que le llamaban. Sí, Mar estaba hecha para el mar. Nunca he visto un nombre mejor puesto. 

Caminaba mirando la luna y valoraba la soledad que el momento le otorgaba. Podía estar consigo misma a solas por un momento cada noche y no todo el mundo tiene esa suerte. Y se escuchaba hablar por dentro y se sentía grande. Quizás era porque estaba frente al gran océano. Quién sabe.

Y hoy es su último día aquí, mañana tiene que volver a casa. Y está contenta porque va a ver a sus amigos después se un montón de tiempo, pero ya no volverá a estar a solas con el mar en mucho tiempo y sabe que le va a echar de menos. Y como empezó a hacer a los cinco años, hoy cogerá una caracola para llevar a casa, su decimoquinta caracola ya. Y en los momentos en que esté mal la acercará al oído y escuchará el murmullo de las olas. Pero ya que ahora está aquí, acerca sus pies a la orilla y los moja. Y cierra los ojos. Y se despide del mar otro año más. Lo que ella quizás no sabe es que esa noche cada ola que rompe las rocas del acantilando la despiden suspirando en bajito su nombre.


Pensad libres y no os dejéis influenciar

Andamos faltos de buenos modelos a seguir. Bueno, miento, tenemos pocas referencias positivas en los medios de comunicación. Y eso se nota en la sociedad. ¿Ejemplos? Sin ir más lejos, fíjate en los famosos del momento y piensa. Sin faltar, ya que me parece gracioso, pero Mario Vaquerizo promueve la anorexia, enfermedad que afecta a miles, millones de chicas viéndose deformadas y causándoles muchos problemas. Y este es solo un ejemplo. La televisión está llena de programas del corazón, de telebasura, de series que nos invitan a comportarnos de forma violenta e irrespetuosa. Y no me malinterpretéis, si se sabe filtrar de una manera correcta, no hay nada malo en ello. El problema es que la mayoría de la sociedad asimila miles y miles de datos sin pensar en lo que está viendo o escuchando. Y esa mayoría incluyo a los niños que, hoy en día, se pasan casi todo el tiempo frente a la televisión viendo contenido poco apropiado para ellos.

Desde aquí os pido que, filtréis bien lo que veis. Sé que no somos niños, pero muchas de las tonterías que se escuchan por ahí tienen que ver con este tema. Pensad libres y no os dejéis influenciar.

domingo, 20 de octubre de 2013

Esclavos

Apagas la alarma del móvil, coges tus auriculares y el MP4 y empiezas la mañana escuchando la radio. Antes de levantarse toca contestar los últimos Whatsapps y poner el Tweet de "Buenos días". Un poco de televisión para el desayuno y vamos para clase. Llegamos a casa después de haber utilizado la pizarra electrónica y el aula de informática y comemos mientras vemos el repetido capítulo de los Simpson. Buscamos en el ordenador la información para el trabajo de filosofía y, ya que está encendido, navegamos un rato por Internet, miraremos el correo y escribiremos una entrada para el blog. Un baño relajante después de un largo día combina genial con una partida de Candy Crush en la tablet. El Whatsapp está que echa humo. Y ahora toca ver el último capítulo de esa serie de moda que te tiene tan enganchado. Supongo que te has sentido identificado con varias de estas acciones. Y plantéatelo... ¿No estas (estamos) demasiado dependientes de la tecnología? Reflexiona y cuenta cuánta tecnología usas.

Y piensa qué harías una semana sin Internet.

viernes, 18 de octubre de 2013

Porque todo lo que haces... Es demasiado.

Hoy es un día importante. Sin duda es un día importante. Hoy es tu cumpleaños, cumples los diecisiete, tu último año antes de la mayoría de edad. Sé que lo has pasado mal y, aunque todavía no conozco todo de ti, cada cosa que descubro me hace sentirme cada vez más afortunado de tenerte aquí. Porque aunque todo el mundo diga que eres pequeña, me haces sentir grande, aunque apenas roce la suela de tus zapatos en esos momentos. Y es que hace menos de un año que nos conocemos y es el primer cumpleaños que celebramos juntos, pero las mil y una aventuras que hemos vivido hacen este año muy, muy especial. Un año que es toda una vida.

Y no dudes que la fiesta será grande, no mereces menos. Y todos los esfuerzos que hayamos hecho serán poco, pero no necesito más que juntarnos y que nos ayudes a sonreír, que al fin y al cabo es lo que haces día tras día, sin pedir nada a cambio. Nada.

Probablemente no soy consciente de la suerte que tengo cada vez que me das los buenos días, comentamos el último capítulo de "La Cúpula", cuando cantamos a coro a La Oreja de Van Gogh o simplemente en una de las tardes de cartas y hamacas. Porque todo lo que haces... Es demasiado. 

Supongo que ya lo sabes pero nunca está de más decirte que siempre que lo necesites iré y te escucharé, seré el hombro sobre el que llorar o simplemente estaré contigo en silencio para que te des cuenta de que no estás sola. Nunca estás sola.

Y mil gracias por cada día, por cada minuto, por cada momento. Por cada sonrisa, por cada lágrima, por cada palabra. Por cada esperanza, por cada apoyo, por cada momento en el que me hiciste sentir infinito.

Feliz cumpleaños Amaia. Muy feliz cumpleaños. Espero que seas feliz y disfrutes todos y cada uno de los momentos que este año te regala.


Y te das cuenta de todo

Y te das cuenta de todo. Cuando estás sentado en el suelo rodeado de la gente que te acompaña día tras día, cantando mientras el compañero de la silla rasga las cuerdas haciendo que nuestras voces se alcen como si fuera una sola. Y te das cuenta de todo. Que siempre han estado ahí, dispuestos a hacer la rutina más extraordinaria, divirtiéndote con chistes malos y preocupándose cuando estás mal.

Tengo la suerte de haber vivido durante dos días una experiencia muy intensa de convivencias con toda esta gente, sumándole algún profesor de esos que te marcan. Dos días en los que hemos compartido alegrías y penas, risas y llantos y de la que nos llevamos reflexión, un poco más de madurez y un par de anécdotas graciosas.

Pero voy a ir más allá, porque yo he conocido mejor a todas esas personas y te das cuenta de lo mucho que las necesitas. Y las ves llorar y te abrazan. Y sabes que las tienes allí y que, aunque no te conozcan demasiado, estarán dispuestos a ayudar en algún pequeño detalle, unas palabras, unos abrazos, unos desahogos o simplemente unos silencios.

Los largos minutos en el tren, el peso de las mochilas, las carreras para coger habitación, las carreteras de nuestra vida, la lágrima que se nos asomaba por el ojo, los paseos, las personas que nos han guiado, los sentimientos hacia el futuro, recoger los platos, las canciones en la habitación, los sueños compartidos, la cara de dormidos de las ocho de la mañana, las tostadas con aceite, el incienso en la sala de relajación, las dos canciones a coro, las palabras escritas en la parte de atrás de una hoja naranja, las lágrimas de emoción, la sonrisa de satisfacción, la anécdota del tren...

Y te das cuenta de todo. Te das cuenta de lo difícil que va a ser tu vida sin ellos. Y, amigo mío, de todo lo que tenéis que disfrutar en solo medio año.

martes, 8 de octubre de 2013

La generación perdida

Somos la generación perdida. Sin rumbo. Sin nada a lo que aspirar y con el solo objetivo de cubrir nuestros vicios, alcohol, sexo, drogas y Rock'n roll.

¿Y sabes lo peor? Que nos lo creemos. Vivimos en pleno siglo de la información, tenemos más posibilidades que muchas otras generaciones. Podemos ser la generación mejor preparada y salir al mundo laboral y arrasar con todo. Pensad que llegaremos a ser los líderes de España y que no os asusten, estamos más que capacitados. No hagáis caso a nadie, luchad por vuestro futuroy conseguireis ser grandes.

Demostrad que la generación perdida tiene la llave hacia un mundo mejor.

lunes, 7 de octubre de 2013

Y es nuestra culpa.

Y bueno, volviendo al tema de la sociedad. Tenemos unos cánones de belleza muy altos e inalcanzables. Si a esto le sumamos la superficialidad que cubre prácticamente todo, obtenemos de resultado a un montón de personas, sobre todo chicas, maltratando su cuerpo tan solo para conseguir estar a gusto con él. Dejar de comer, no poder parar de hacer ejercicio, hacerse vomitar... De acuerdo, la anorexia y la bulimia están denominadas enfermedades. Pero toda enfermedad está causada por algo. Y en este caso el virus es la sociedad, somos la sociedad, somos nosotros. Porque claro, meterse con la chica rellenita de turno puede ser gracioso para nosotros, pero ¿Y si medio minuto de risa para nosotros significa cambiarle la vida a ella? Muchas veces no somos capaces de ver el efecto que causamos, y hazme caso que a veces se inicia una reacción en cadena que acaba con todo. O quizás es la gota que colma el vaso. Porque que una persona no pueda disfrutar de la vida por miedo a que las miradas afiladas le corten su imperfecta piel y que prefiera hacerse esos cortes ella cuando está sola es terrible. Y eso es por nuestra culpa. solo nuestra culpa.

¿Te ha cambiado la vida llamarla gorda? Porque quizás a ella sí.



Límites

Tenemos la necesidad de sentirnos diferentes, especiales, pero al mismo tiempo no desencajar. Suena absurdo, lo sé, pero eso lo hacemos todos. Por un lado queremos no ser igual que el de al lado, vivir a nuestra manera, libres, con la posibilidad de hacer lo que nos dé la gana, cuando nos dé la gana. Además, nos sentimos, de alguna manera, importantes cuando a lo que nosotros nos gusta no le gusta a nadie más, y sacamos pecho diciendo que disfrutamos de ese placer cuando nadie más lo hace. Es único. Es especial. Es muy "yo". Incluso podemos llegar a coger una afición que ni siquiera nos gusta para conseguir ser diferente al resto. irónico, ¿verdad?

Pero por otra parte, nuestra libertad es realmente limitada. Cuando alguien llega a un punto determinado de desigualdad que el resto, le apuntamos con el dedo y le hacemos sentirse raro. Ojo, no digo diferente, digo raro. Si esa persona escucha una música que no conoces o ve una serie de televisión distinta o viste diferente o su afición no es muy común... La tachamos de rara y la apartamos de la sociedad.

Así que desde aquí te pido algo. Sé tú mismo. En unos aspectos serás como la mayoría y en otros serás diferente. Y eso es lo mejor. El poder disfrutar de unas cosas con mucha gente y otras contigo mismo. No te quites ese privilegio. Y no hagas algo que no te gusta solo para ser especial. seguro que tal y como eres ya lo eres mucho.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Porque al fin y al cabo, te querrá igual.

Llegará un día en el que conocerás a alguien que conseguirá saber todos tus pequeños secretos. Te verá tal y como eres a la hora de despertarte, con todo el pelo revuelto, la cara entre dormida y atontada y los ojos llenos de legañas. Sabrá cuántas cucharaditas de azúcar le echas al café y ese sentimiento de odio a todo el mundo que tienes cuando madrugas. Conocerá esa manera especial para sentarte en el sofá que tienes cuando no hay nadie más, y la camiseta vieja y amplia que tienes para andar por casa. Y esa mirada perdida que tienes cuando te quedas mirando a la nada, como si fuera un punto fijo. Y el baile que haces cuando toca limpiar un sábado por la mañana. Los ruidos que haces cuando lloras y esa risa demasiado ruidosa que haces cuando te entra un ataque. Cómo te pones en tus pequeños momentos de depresión, o cuando te sientes totalmente feliz, o cuando tienes dudas. Ese tic involuntario que tienes. Cómo te rascas la nariz cada vez que te pones de los nervios. La canción especial que siempre te saca una sonrisa cuando la escuchas. Y también la que te saca una lágrima. Sabrá tus gominolas favoritas. El color favorito de tu bolsa de lacasitos... Lo conocerá todo, y no habrá ningún pequeño secretillo vergonzoso que puedas esconder, pero dará igual...

Porque al fin y al cabo, te querrá igual.

Un punto de inflexión Parte final.


Estuve esperando a Rocío y puntualmente sonó el timbre de mi casa y, al ir a coger el telefonillo para abrirla, escuché unos sollozos provenientes del portal. Le pregunté si le pasaba algo, y ella me contestó que ahora me lo contaba todo y que, si no me importaba, en vez de ir a mi casa podríamos dar un paseo por el pueblo y hablar sobre sus problemas y que, quizás, cambiando el ambiente se nos ocurriría alguna respuesta para la pregunta del trabajo.
Baje corriendo y me encontré a Rocío hecha un mar de lagrimas. Le pregunté qué pasaba, y su respuesta me alegró mucho. Había tenido su primera cita con César y no le había salido nada bien. Me dijo que no dejó de hacer tonterías y de decir groserías y guarradas. No sé le ocurría cómo una persona así podría haber escrito una poesía tan bonita.
Nos sentamos en el bordillo de una barandilla que da a la playa. Eran las siete de la tarde.  No había una sola nube en el cielo. El atardecer se veía precioso, con ese tono anaranjado y el sol despidiéndose.
Entonces me miró a los ojos. Estuvimos un rato en silencio. Para cortar el hielo le pregunté:
            -        Bueno, ¿Qué harías tú si fueras Lou? ¿Cambiarias o no cambiarias?
            -        Yo ya sé lo que haría.
            -        ¿Qué?
            -        Espera un poco.
Y seguimos mirando el atardecer. Poco a poco Rocío me fue agarrando la mano. Cuando ya la tenía cogida del todo me susurró al oído:
            -        Tú me enseñas que, se puede querer, lo que no ves.
Ahí fue donde me di cuenta de todo. Rocío ya había descubierto que la poesía la había escrito yo y que la amaba profundamente. Y… no sé muy bien cómo explicarlo, pero sentí un gran alivio en mi interior. Rocío apoyo su cabeza en mi hombro, y, con la voz más dulce que he oído en mi vida me dijo:
            -        Me gusta tal y como somos y no cambiaría en nada.
Entonces nos besamos. Y tras ese dulce beso, hubo un silencio muy largo. Pero en mi cabeza seguía sonando su voz: “Yo no cambiaría. No cambiaría”.

martes, 1 de octubre de 2013

Puedes ser quién quieras ser sin que nadie te recuerde quién eres realmente

Escribir... ¿Qué es escribir?

Escribir es libertad, es crear un mundo y hacer lo que quieras con él. Todo lo que te dé la gana. Es la posibilidad de ser tú mismo o ser lo que más te apetezca. Puedes vaciar tu mente y tu corazón y soltar parrafadas y parrafadas de texto, ya que el papel te dará todo el tiempo que quieras o necesites para explicarte, no dirá nada, te escuchará sin interrumpirte y nunca te juzgará. Y si es necesario, se romperá, se quemará, se esconderá... Lo que sea por guardar tu secreto.

Pero escribir también puede sacar tus mayores ilusiones y deseos. Puede hacerte vivir muy de cerca experiencias que nunca te han pasado y te hace sentirlas como si las hubieras pasado de verdad. Puedes ser quién quieras ser sin que nadie te recuerde quién eres realmente.

Pero esa libertad tiene un precio. Escribir te saca todo, y muchas veces roza partes de ti que quieres guardar y olvidar. Y eso duele. Además, escribir agota, y si no te agota, es que no ha funcionado bien, porque todas esas palabras no combinan tan bien si no te comes la cabeza para juntarlas de la mejor manera.

Pero si alguna vez te expones al placer de escribir durante un tiempo, difícilmente podrás escapar de sus garra, aunque seguramente tampoco quieras hacerlo. Porque expresarte poder ser doloroso y cansado, pero la libertad que te da, no te la da nadie. Porque conseguir que un folio grite una historia... Esa sensación... Tendríais que sentirla, al menos una vez en la vida.

Porque al fin y al cabo... escribir es hacer magia con las palabras.

Un punto de inflexión parte 3


Empezamos a hacer el trabajo. Teníamos dos meses para leerlo y hacer el resumen. Pero la parte más interesante fue la pregunta que nos hizo el profesor: “¿Qué harías tu si fueras Lou?”.
Y así empezamos, poco a poco, sin prisa pero sin pausa. Entonces fue cuando descubrí que entre Rocío y yo había algo más… no sé cómo definirlo… Yo ya sabía que ella me gustaba, pero creo que el sentimiento era realmente correspondido. Pero… no sabía cómo pedírselo. ¿Y si no era verdad? ¿Y si dejaba de ser mi amiga? ¿Y si se reía de mí? ¿Cómo podía pedírselo sin que se enfadara conmigo?
Entonces una bombilla brilló en mi cabeza. ¡Lo haría por medio de mi mayor pasión, la música! Le escribiría una carta de amor por medio de versos de canciones románticas, y un día, cundo quedáramos para hacer el trabajo, se la daría para que la leyera más tarde.
Escribí la carta, y no es por presumir, pero me quedó muy bien. Me encanta, en serio, como me quedó la carta. Decidí dársela el próximo día que quedáramos para hacer el trabajo. Ya habíamos acabado de hacer el resumen, pero todavía faltaba la parte más importante: ¿Qué harías tú si fueras Lou? Yo, de momento no sé lo que haría. Y creo que Rocío tampoco. Así que quedamos dos días después para decidirlo. Allí le daría la carta. Decidí que, igual mejor que dársela en mano, le metería la carta firmada en la mochila. Esperaba con mucha impaciencia la llegada de ese día, y, al final,  como todo en el mundo, llegó.
El día que sería el más maravilloso del mundo se convirtió en una pesadilla total. Al llegar a casa de Rocío para hacer el trabajo, Rocío estaba muy contenta. Me contó que César, el chico más bruto, idiota, tonto, con menos cerebro de mi clase, le había enviado un poema hecho con fragmentos de las canciones de amor más bonitas. Se me cayó el alma a los pies. ¿Había estado buscando, seleccionando y uniendo las partes de las canciones para que César me robara la idea, le diera la carta a Rocío y así conseguir su corazón? No me parece justo. Pero al de un rato me di cuenta. Le pedí a Rocío que me dejara el poema para verlo. Cuando lo vi la carta, mis sospechas se verificaron. “Lo que siento por ti, es ternura y pasión. Tú me has hecho sentir, que hay en mi corazón Tanto amoooor, tanto amor…”. César me la había robado. Y ahora Rocío estaba enamorada de él. La vida a veces no es justa.
Ese día no avanzamos nada. Entre la alegría de Rocío y mi frustración, no avanzamos. La fecha de entrega se acercaba, y sabíamos sin saber lo que haríamos en el lugar de Lou. Hacía falta acabar, pero… ya no quería quedar con Rocío. No salía de casa, me pasaba el tiempo en mi cuarto, no me relacionaba con nadie en clase… Me aislé completamente del mundo. Nadie excepto yo entendía lo que me pasaba. Bueno, yo y el cretino de César. Fue el peor momento de mi vida, en serio, fue incluso peor que cuando se metían conmigo.
Pero llegó el momento de quedar para acabar el trabajo. No tenía ganas. Incluso me pensé la idea de fingir que estaba enfermo. Pero al final decidí ir y así acabarlo de una vez. No sé por qué lo hice, pero quedamos en mi casa para responder a la dichosa pregunta: “¿Qué harías tu si fueras Lou?”. 

La que te anima desde el minuto cero del día

Hoy es el cumpleaños de una persona especial. La que te anima desde el minuto cero del día. Si quieres pasártelo genial, intenta tenerla cerca en clase. Sus salidas son geniales, desde decir que todos menos ella somos robots, hasta cuando Sergio se metía con ella. Y es que esta rubia es genial y se la echa muchísimo de menos en clase... Gracias por todos esos momentos desde primero de la ESO, que las risas que me echado contigo no me las he echado con nadie. Sandra eres grande, no cambies nunca. ¡Disfruta de tus diecisiete!


viernes, 27 de septiembre de 2013

El hombre del piano

"Esta es la historia de un sábado, de no importa qué mes, y de un hombre sentado al piano de no importa qué viejo café."

Otra vez me toca ocupar el viejo taburete lleno de rotos frente al piano. ¿Y total, para qué? ¿Para ganar cuatro perras que me gastaré en whisky barato? No me puedo creer que haya acabado así... En un desgastado garito al que poco le queda para cerrar, con una sensación de quiero y no puedo impregnando el ambiente. Se nota la ilusión del dueño al empezar el ambicioso proyecto de llevar una cafetería, todo el dinero invertido, todas las horas gastadas... Para acabar oliendo a alcohol malo y a sueños rotos. Bueno, solo hace falta mirarme... El sitio y yo encajamos a la perfección, el uno es el reflejo del otro.

Respiro hondo y hundo los dedos en las amarillentas teclas del piano para encaminarme a mi eterna canción. Y los acordes fluyen y los compases comienzan su trabajo, el trabajo de emocionar. Pero ya es inútil, si solo soy el hilo musical de un hundido local. Es triste acabar así...

Pero es que me miro al espejo y solo veo un viejo hombre, probablemente más joven de lo que su aspecto hace sospechar, con apariencia grande y torpe excepto sus rápidos y hábiles dedos. Con ojos hundidos y grises con una sensación de vacío que hasta produce vértigo. Ese hombre suda... y tiene pinta de beber, de beber mucho. Y está solo, muy solo. Más solo de lo que cualquier persona pueda soportar. Sí... Así es ese hombre. Así soy yo.

Pero por un momento, el reflejo cambia y ya no esta ese hombre, sino un joven lleno de expectativas para el futuro, sediento de vida al que todo le va bien. Le brillan los ojos de ilusión, unos ojos grises pero que quieren decir tantas cosas que te obligan a mirarlos durante minutos. Cada nota que toca, cada compás, cada acorde... todo te llega, quizás porque el intérprete cree en lo que está tocando.

Y sin apenas darme cuenta, la melodía que estaban interpretando mis dedos empieza a coger ritmo, a ser más alegre. Y siento algo que hacía años, muchos años, que no sentía. No sé describirlo, es una sensación que hay que sentir, porque es... Bueno es indescriptible. Pero sé que era lo que sentía treinta años atrás cada vez que ocupaba el taburete de enfrente del piano. Y es gratificante. Muy gratificante. Es la primera vez que recuerdo haber sonreído en muchísimo tiempo. Y no sabes cuánto echaba de menos eso.

Pero todo lo bueno se acaba, tras un rato, se me acerca un hombre tambaleándose, creo que llevaba ya tres copas encima. Y de su boca salió la verdad que más dolor me ha hecho jamás... Bueno, quizás la segunda.

"Toca otra vez viejo perdedor haces que me sienta bien. Es tan triste la noche que tu canción sabe a derrota y a miel."


Viejo perdedor, viejo perdedor... Viejo perdedor. Es triste pero es verdad. Lo tuve todo, pude cumplir mi sueño y ser feliz. Feliz... Qué idea más profundamente remota. Recuerdo los veinte años. Acababa de salir en el periódico como la futura promesa del piano y me llovían propuestas desde todos los lados. Pero eso no era lo mejor... La tenía a ella. A la mujer más perfecta del mundo. Pero sin exagerar... La más perfecta. Todo iba sobre ruedas, pronto sería la persona que habría conseguido todos sus sueños y que le esperaba una vida maravillosa frente a la mujer más maravillosa... O quizás no.

Quizás un día llegues a casa y la pilles con otro hombre. Quizás te diga que siempre temió echar raíces que pudieran cortar sus alas. Y que en esa jaula metida se le iba la vida y quiso probar sus fuerzas. Y quizás, aunque no desea que te ocurran cosas malas, ella nunca lamente que des malos pasos. Y quizás eso te arruine la vida. Quizás la vida perfecta desaparezca. Y sí... Así llegué a ser quien soy.

No puedo creer que lo hiciera, que me abandonara... que arruinara mi carrera y que nunca se haya arrepentido, que nunca haya mirado atrás... Que hagan treinta años que no hablamos. Que los únicos que me hayan sido fieles durante todos los años hayan sido el alcohol y el viejo y experienciado piano. Y que tras todo esto solo haya sido capaz de tocar una canción durante toda mi vida, una y otra vez, durante estos largos treinta años.

He vuelto a comenzar a sudar, los ojos se han cansado de intentar transmitir y cada vez que cojo el vaso, me tiembla la mano. No tendría que haber recordado, no tendría que haber vuelto atrás. Tengo que ir al baño y refrescarme la cara.

El agua, fría como mi alma, me corre por la cara pero no tiene ningún efecto. Nada de nada. Me miro en el espejo y me veo vacío... vacío del todo. Y de pronto se me ocurrió de golpe. ¿Alguno de los solitarios oscuros que buscan pareja en este lugar echaría de menos el hilo musical que sonaba todas las tristes tardes? ¿Alguien notaría el hueco que he dejado? Yo solo sé que el hombre del piano ha tocado su último acorde.

Un punto de inflexión Parte 2


Hablando de felicidad… no toda mi vida ha sido mala, triste y solitaria, sino que también hubo, y todavía hay, una época alegre. Y todo gracias a mi segundo punto de inflexión, la entrada a un nuevo colegio. Uno en el que no se meterían conmigo por ser autista. Uno en el que podría llevar medianamente una vida normal. Un colegio para gente como yo.
Mi vida mejoró notablemente, y con ella, mis notas. Hice amigos, muchos amigos, y hasta un “amiga especial”, de esas que dicen “con derecho a roce”. Voy a presentarla. Se llama Rocío, Rocío Asensio. Es el nombre más bonito que he escuchado en toda mi vida. En serio, me encanta. Pues Rocío iba a mi clase, y encima era la persona más inteligente. Al principio hablamos, charlamos, nos reíamos pero nada fuera de lo normal. ¿Cómo se iba a fijar en mí la chica más inteligente y guapa de la clase? Porque no sé si lo he dicho, pero ese pelo color caoba y esa mirada penetrante... No, si ya lo decían Estopa y Joaquín Sabina: “Tus ojos no tienen dueño porque no son de este mundo”. Creo que Rocío no se fijaba en mí, hasta que sucedió el mejor punto de inflexión de mi vida. Y todo gracias a mi profesor de lengua. Espera,  tengo que ordenar mis ideas. No sé cómo contar la parte más importante de mi vida.
El caso es que teníamos que hacer un resumen de un libro, como en todas las evaluaciones, pero como este libro era más complejo, nos dejo hacerlo por parejas. Como no nos pusimos de acuerdo, hizo las parejas el profesor y me emparejó con Rocío. Casi me muero. ¡Con Rocío! La vida por fin me sonríe.
El trabajo era sobre un libro con el que me sentí completamente identificado: “La velocidad de la oscuridad” escrito por Elizabeth Moon. Trata de un autista llamado Lou, que lleva una vida normal. Trabaja, hace sus tareas de casa, va a la compra… Encima va un día a la semana a un club de esgrima que crea una pareja del vecindario. Allí hace varios amigos y entre ellos conoce a una mujer llamada Margaret de la que se enamora. La novela empieza cuando cambian al jefe de Lou. Su nuevo jefe quiere recortar las ayudas que tiene la empresa hacia el colectivo de autistas (el gimnasio, el parking particular…). Para ello quiere obligar a los autistas a someterse a un medicamento (aún no tratado) con el que conseguirían dejar de ser autistas y convertirse en personas normales. Al final, el tratamiento no es obligatorio y Lou tendrá que pensárselo bien y decidir si quiere dejar de ser autista y arriesgarse a seguir el tratamiento. No voy a escribir el final por si algún día alguien lee este diario y le entran ganas de leer la novela. Yo la recomiendo a todo el mundo. Se ha convertido en mi libro favorito.
Es una novela muy profunda y muy bien hecha, refleja realmente el pensamiento y la forma de ser de un autista, aunque la escritora no lo sea.

jueves, 26 de septiembre de 2013

Un punto de inflexión Parte 1

Vuelvo a abrir el cajón de los recuerdos para traeros una historia que escribí hace ya tres años... Está prácticamente idéntica a cuando la escribí, para mantener la autenticidad...


¡Hola! No sé si estoy haciendo bien pero te trataré como un amigo. Ya sé que eres un libro, y que sólo tienes hojas en blanco y una portada en la que pone con grandes letras rojas “DIARIO”, pero estas hojas blancas se pueden llenar con grandes aventuras, historias y amores; con MIS aventuras, historias y amores. Tengo este libro gracias a mi madre para que escriba lo que siento, lo que vivo y lo que hago. Espero que mi madre no intente leerlo una vez lo haya escrito. Lo esconderé en un buen sitio. Quisiera llamar a esta historia “Un punto de inflexión”, porque me parece una de las mejores expresiones para definir mi vida.  
Bueno, creo que lo mejor sería empezar presentándome. Soy Diego García y tengo veintitrés años. Si me miras por atrás, verás que soy alto, delgado y que tengo el pelo negro. Pero si me miras por delante, no te fijarás en mi pelo. Ni en mis ojos. Ni siquiera en mi complexión. Te fijarás en que tengo un problema. “Autismo” que le llaman. Sí, soy autista. ¿Algún problema? Pues sí, demasiados. Al principio, de pequeño, no me preocupaba nada. Es más me hacía gracia. Pensé que de mayor correría en la Formula 1 con un coche como Fernando Alonso. Pero cada vez que iba creciendo vi y comprendí lo difícil que era tener esa enfermedad. El tener problemas en los estudios, en comprender las cosas… Pero sobre todo el que la gente se ría de ti.
Cuando entré en el colegio, con tres años, hice amigos. Jugábamos, nos reíamos… Pasábamos buenos ratos. Pero con mi primer punto de inflexión, mi vida se rompió en pedazos. Tuve que cambiar de colegio por culpa del trabajo de mi padre.
Llegué al nuevo colegio con trece años. Sabía que este curso iba a ser duro. Y no sólo por los estudios.
Cuando entras a un colegio con tres años nadie se fija en si tu ropa es de marca, tienes un pelo perfecto o eres guapo, feo o difícil de mirar. Pero cuando entras en una clase llena de adolescentes de trece y catorce años, eso es lo más importante. Y si no causas buena impresión, es muy difícil que te den otra oportunidad. No hice ni un solo amigo ese curso. Es más, la gente se metía mucho conmigo. Y lo peor no era lo que me decían a la cara, era lo que se callaban y decían a mis espaldas. Fue probablemente el peor curso de toda mi vida. En serio fue insoportable. Y encima repetí. Mi vida se hubiera derrumbado por completo si no hubiera encontrado mi salvavidas en este mar de desolación. La música. Sentirla, escucharla, notarla muy dentro de mí. En cuanto tenía un problema, cerraba los ojos y hacía sonar la música en mi interior. En mi cabeza. Y eso me relajaba. Pero la música que más me gustaba, y con diferencia, era la música que sonaba en la Iglesia. Voy a la Iglesia todos los domingos. No me interpretes mal, no voy a la Iglesia sólo para escuchar la música. Soy cristiano y creo en Dios. Aclarando este punto, cerramos paréntesis y continuamos con mi vida. Pues eso, me encanta la música de la Iglesia. La perfecta armonía entre las voces; con esas letras llenas de esperanzas, el teclado, las guitarras… Nada me hacía más feliz que cerrar los ojos y seguir el ritmo de esa melodía con la cabeza. El otro día me vio el cura. Tenía miedo de que me echase la bronca por hacerlo; pero, en vez de eso, hizo un gesto afirmativo y me regaló una amplia sonrisa. No sé por qué, pero me sentí completamente feliz.

Y... ¿por qué tú no?

Y consigues olvidarte de todo, salir a la calle e intentar conseguir la meta que te propusiste ayer en la cama, antes de cerrar los ojos; ya sabes, cuando soñabas incluso sin estar dormido. Sales con paso firme, cabeza bien alta, caminando sin ninguna duda, dispuesto a conseguir tu sueño. Pero, de repente, llegará una persona que te dirá que no merece la pena, que fallarás, que ni siquiera lo intentes. Y aunque no te lo creas, te hará mella, tu paso no será tan seguro, la cabeza bajará un poco y tu sonrisa perderá un poco de autenticidad. Pero seguirás hacia delante, sin perder de vista tu objetivo. Hasta que te encuentres con otra persona que te diga lo mismo. Y con otra. Y con otra. Y con otra. Y con muchas más que te harán incluso creer que tu sueño es estúpido y que tú lo eres más por intentarlo. No te confundas.

Ellos solo son personas frustradas y resignadas: "¿Por qué si yo tengo que aguantarme y ser uno más, el de al lado va a conseguir su sueño?". Pero se muchas se mueven por la envidia, porque ellos no tienen los mismos ojos brillantes de esperanza que tienes tú. Y eso no les gusta. Pero... ¿Por qué no vas a poder convertirte en escritor? ¿Por qué no puedes ser cantante? ¿O simplemente salir con ella?

El mundo está lleno de gente que intentará frenarte, gente que no te apoyará, gente que no quiere que cumplas tu sueño y seas feliz. Pero si hay muchas personas que han conseguido su meta... ¿por qué tú no? Por mucho que te digan, no cometas el error de que te corten las alas. Mientras tengas la vista en el cielo y un pie en el suelo, lo imposible solo cuesta un poco más. Al fin y al cabo, recuerda que los sueños son mentiras que, posiblemente, algún día serán verdad.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Y caerás...

Y caerás, obviamente que caerás. Prácticamente cada paso que des acabará en tropiezo e irás al suelo. Y dolerá. Cómo no va a doler. Y poco a poco te parecerá que todo lo que haces está mal y eso dolerá el doble. Y te empezarás a sentir cómodo en el suelo, porque quizás estar en el suelo es incómodo, pero es menos doloroso que caer. Y total... Probablemente acabarás allí de todos modos. Todo se volverá más oscuro y solitario. Nadie te entenderá y todo cambiará de plano. O eso te parecerá. Dicen que de las caídas se aprende pero tú lo ves todo negro y ninguna mano te ayuda a levantarte. Aunque bueno, quizás nadie lo sabe, porque tu falsa sonrisa podría ser ganadora del Oscar. Y aunque duela seguirás así.

Desde aquí quiero decirte que muchas veces no vemos la ayuda pero seguro que está por allí... Porque no me creo que una persona como tú no tenga a nadie. Recuerda que para aprender a andar primero nos caemos... Y que nuestra vida acaba de empezar. Y aunque suene a tópico... Que si no acaba bien, es porque no es el final.

Donde ser yo mismo es correcto

Necesito una habitación nueva en mi casa. Una totalmente insonorizada. Sí, sin que ningún ruido entre ni salga. Donde pueda estar totalmente solo cuando lo necesite. Donde pueda gritar sin miedo a ser oído. Donde pueda cantar o poner música alta sin molestar a nadie. Donde pueda perderme yo solo. Donde pueda disfrutar del silencio. Donde pueda leer un buen libro o escribir un rato. Donde pueda estar en mi mundo... Donde ser yo mismo es correcto.

martes, 24 de septiembre de 2013

Cuídala, por favor.

Acabáis de empezar y todo es perfecto, os tenéis el uno al otro ¿Para qué más? Vivís en una sensación de felicidad eterna, o que al menos lo parece. Borrachos de amor, embriagados del aroma más delicioso. Pero va a llegar un momento en el que todo vaya bajando y volveréis a una época más normal. Pero no pienses que esto es el fin, ni mucho menos; escribir una rutina juntos es la cosa más preciosa que existe en el mundo, porque empezarán los problemas y veréis que sois capaces de superarlos y seguir siendo felices. Pero te tengo que avisar, aunque probablemente ya lo sepas, que va a costar. Y si estás seguro de querer continuar esta aventura, permíteme darte unos consejos.

Haz que se sienta protegida,  que sepa que puede contar contigo para todo. Dale la mano, abrázala fuerte, deja que llore en tu hombro, dale un beso en la frente. Consigue que recupere esa sonrisa que te ha enamorado y que consigue que le brillen los ojos. Si necesita espacio y tiempo respétalo y, por mucho que duela cada segundo que pasa, espérala y está con ella cuando lo necesite. Escúchala. Da igual lo que diga, escúchala y presta atención. Aguanta sus ralladas y, si hace falta, sé fuerte por los dos. Prepárale pequeños detalles, recuerda que la felicidad reside en las pequeñas cosas. Dile lo guapa que está hoy, lo guapa que estuvo ayer y lo guapa que, probablemente, estará mañana. Apréndete las canciones que son importantes para ella y consigue una que sea vuestra y solo vuestra y cuando estéis solos ponla e invítala a bailar. Si le ha ido mal en clase o ha suspendido, cambia de tema. Procura dar más que recibir e intenta hacerla, al menos, tan feliz como ella te lo hace a ti. Sé que no soy nadie para decirte esto, pero sí que hay una cosa que te pido con toda mi alma...

Cuídala, por favor.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Este loco se va con otra loca

Y volvemos a los compases que cambian mi vida, que me llenan de paz... Que me curan por dentro. Y centrémonos en el monólogo del principio. Porque Sabina... Eres de lo más grande.



"Este adiós, no maquilla un "hasta luego",

Este nunca, no esconde un "ojalá",
Estas cenizas, no juegan con fuego,
Este ciego, no mira para atrás.
Este notario firma lo que escribo,
Esta letra no la protestaré,
Ahórrate el acuse de recibo
Estas vísperas, son las de después
A este ruído, tan huérfano de padre
No voy a permitirle que taladre
Un corazón, podrido de latir
Este pez ya no muere por tu boca
Este loco se va con otra loca
Estos ojos no lloran mas por ti."




El hombre de los mil personajes

Es el hombre de los mil personajes, no conozco persona que haya escrito más libros que él, pero eso no es lo importante. Si en algo destaca para mí Jordi Serra i Fabra es en la capacidad de meterse en los personajes de sus novelas. Cada personaje narra su historia de una manera increíblemente real. Te atrapa y te envuelve hasta tal punto que solo puedes dejarlo cuando acabas... Realmente mi escritor favorito. Escojas la novela que escojas te emociona, te cautiva... Te sorprende.


Luces que iluminan

23 de septiembre. Es lunes y brilla el sol, pero hoy hay algo que le hace sombra. Algo que aunque no lo valoremos está ahí siempre, pase lo que pase. Su sonrisa. Da igual que esté bien, que esté mal, que le haya pasado algo... Siempre nos ilumina con su sonrisa. Y no sabéis lo que echo de menos tenerla al lado en clase y que me contagie su risa. Que ella es el alma del coro, la voz solista, la cara iluminada. Y hoy su sonrisa brilla más que nunca. Será que hoy cumple 17 años. Será que le da vergüenza que le atosiguemos con nuestras felicitaciones... Será que hoy empieza un año llenito de momento para soñar, reír, disfrutar...

Felicidades Maitane... Gracias por tanto.


viernes, 20 de septiembre de 2013

Video games

Hoy volvemos con una canción muy interesante para mi gusto. Es de Lana del Rey es... magia. Sí, de la que te mueve por dentro y te hace emocionarte. Aquí os la dejo... Disfrutadla.


La magia del nunca acabar

Este entrada no lo entenderá mucha gente, pero tengo que decirlo. Estoy enamorado de las matemáticas. Cada cosa que me enseñan, cada cosa que descubro, cada minuto que paso con un buen problema... Todo. No sé, me parece impresionante ver como todo encaja, como los números aparentemente aleatorios forman un conjunto perfecto... ¿Y qué son las matemáticas, me diréis? No lo sé. Y eso es lo mejor. Son un misterio, una incógnita... Algo a resolver, que cada paso que das, cada momento en el que avanzas y pasas con un reto nuevo te sorprende y, al menos a mí, me motiva a seguir adelante. Sé que pueden ser desesperantes y cansarte... Pero una vez te pones, no lo puedes dejar a medias. Sé que mucha gente no me entiende ni comparte esta afición extraña. Pero las matemáticas es lo más perfecto que existe. La base de todo. Y, para mí, magia en estado puro.


El punto de apoyo con el que moveré el mundo Final

Hoy os pongo el final del relato que he ido subiendo... Espero que os haya gustado.

"Toqué al timbre y me abrió él mismo. Tras una mirada incómoda me dirigió
un “hola”. Sin  atreverme a mirarle a los ojos le di la bolsa con un tímido “lo
siento”. Me sentía ridícula y avergonzada. Pensé que me cerraría la puerta en
las narices, que se reiría en mi cara o que me escupiría, pero no fue así. Me
dirigió la mejor sonrisa que he visto en mi vida y que seguramente recordaré
por siempre. Me abrazó y me dijo “Bienvenida de nuevo”.  Me invito a pasar y
fuimos a su cuarto, donde abrió la bolsa de los regalos. Parecía el chico más
contento del mundo y no sabía por qué. Solo le había regalado una entrada y
un simple libro. Pasamos la tarde en su cuarto y me puso al día con el tema
de la música, nos comimos un kilo y medio de gominolas de cereza y vimos
Friends en la televisión. Al final de la tarde me fui a casa y entendí por qué
estaba tan contento con el regalo. No era el regalo, era que yo había vuelto,
que ya no me iba a echar de menos y que volveríamos a ser como antes. Era
que yo había vuelto.

Ahora estoy rompiéndome la voz en el concierto con Miguel. Ha sido un viernes
fantástico. He sacado un nueve en mates gracias a la excelentísima clase de
Miguel, he estado una hora y media preparándome para la noche y hemos
cenado mejor que nadie en el  burger. Ahora echo la mirada atrás y me doy
cuenta de mis errores, pienso que si tienes un punto de apoyo, podrás mover el
mundo y salir de cualquier situación. Gracias Miguel."

jueves, 19 de septiembre de 2013

El punto de apoyo con el que moveré el mundo Parte 3

Penúltima parte de la historia... Disfrutad.

"Nada más llegué a casa me eché en la cama a llorar hasta que me quedé
dormida. Y otra vez soñé. Yo en un hoyo, solo que esta vez no había mano por
ningún sitio, estaba yo sola en el hoyo sin poder salir de ninguna manera. Me
desperté y lo entendí todo. La mano no era de mi padre, era la mano amiga, la
única que me podía sacar de todo este rollo, la única que me podía ayudar a
renacer. La mano de Miguel.

Hice una cosa que no había hecho desde hace un mes, encendí el móvil. Pasé
de todos los mensajes y las llamadas perdidas y busqué mis cascos de música.
Cuando los encontré, los conecté al móvil y dejé que la música de Adele me
recorriera por las venas. Por primera vez en mucho tiempo me sentí motivada,
Empecé a buscar por el suelo. Busqué y busqué y encontré lo que quería
debajo de mi cama. Una bola de papel arrugada, la misma que hice yo con la
nota de Miguel unas semanas atrás. Me puse a abrirla y leí lo que había dentro:
“Estoy muy preocupado por ti. Hace días que no me hablas, no enciendes el
móvil y no te conectas en el ordenador. Te echo de menos. Sé que es una
época dura para ti, pero déjame ayudarte a superarla. Solo quiero volver
a verte sonreír, volver a pasar los momentos que hemos pasado juntos,
sentarnos en un banco y hablar, reírnos viendo los capítulos de  Friends  o ir
a tomarnos una hamburguesa. Sé cómo te sientes. Bueno no, no sé cómo
te sientes y también sé que superará con creces toda tristeza que yo haya
soportado. No sé si leerás esto, pero si lo lees, sea cuando sea, quiero que
sepas que aquí hay una persona dispuesta a estar al cien por cien por y para ti.”
Tardé tiempo en reaccionar. Miguel, aquel al que había gritado y al que había
herido esa misma mañana, sigue siendo, o al menos seguía siendo, mi punto
de apoyo y yo solo le había hecho daño, una y otra vez. Una y otra vez. Me
sentí mal, muy muy mal. Tenía que pagarle de alguna manera todo lo que ha
hecho por mí y todo el daño que le había hecho. O, al menos, acercarme lo
más posible porque nunca le voy a poder agradecer todo lo que ha hecho por
mí y nunca le voy a poder compensar por todo el daño que le he hecho sufrir.
Empecé a mover hilos. Descubrí que su grupo favorito venía a dar un concierto
el mes que viene, pero según su estado del Tuenti no tenía dinero para asistir.
Perfecto. Tras comprar dos entradas, salí a la librería de debajo de mi casa
y le compré el último libro de uno de sus escritores favoritos y fui a la tienda
de chuches más cercana y compré todas las gominolas de cereza que había,
porque sabía que eran sus favoritas. Antes de ir a casa le compré una bolsa de
regalo con una imagen de la ciudad de sus sueños, Nueva York.

Una vez preparado el regalo, me dirigí hacia su casa. Pensé en dejarle la
bolsa en la puerta, tocar el timbre y salir corriendo; pero decidí que tenía que
enfrentarme a los hechos de cara, sin miedos."