martes, 15 de diciembre de 2015
Nada. Nunca. Ninguna persona. Ningún lugar.
Tablones de madera, papel de pared desgastado, humedades en el techo. Todo cubierto por un par de capas de silencio; oscuras y espesas capas de silencio, sin escalas ni degradados. Ni luz en la ventana, ni reflejo en el espejo, ni vistas por el balcón. Solo libros en blanco, tirados, amontonados, sin ni siquiera un caos que lo rija.
Crucigramas medio llenos y botellas medio vacías. Sin mí. Sin ti. Sin él ni ella. Y mucho menos sin nosotros. Sin ojos grises, manos cálidas y mejillas rosadas. Ni la esperanza de encontrar tierra firme donde poder buscar un tesoro. A lo mejor tú tenías razón. A lo peor yo la tenía. O puede que los dos nos equivocáramos.
No hay tiempo para improvisar, ni normas que digan que no, ni razones para decir que sí. Sin sueños para dormir, ni razones para levantarse. No existe el dolor, ni el placer, ni el miedo, ni la pasión. No hay gritos. No hay gemidos. No hay susurros. Nada. Nunca. Ninguna persona. Ningún lugar.
Monotonía. Rutina. Líneas rectas. Sin inicio. Sin fin. Sin subidas. Sin bajadas. Grises y recuerdos. Ganas de llorar. Fantasmas de personas que quizás nunca existieron. Y soledad, eternos inviernos de fría soledad. Intentando llenar hojas en blanco con palabras agudas, vidas llanas y tristezas esdrújulas; pero sin tener nada a lo que poner acento. No hay introducción, no hay nudo, no hay desenlance. Sin finales felices. Sin "había una vez"... Quizás es que esa vez no había. Quizás es que nunca hubo.
Abro los ojos. No me veo. No te veo. Nos nos veo.
Y pienso que ya no merece la pena volver a mirar. Nada. Nunca. Ninguna persona. Ningún lugar.
miércoles, 25 de noviembre de 2015
La caja de música
domingo, 15 de noviembre de 2015
París
jueves, 12 de noviembre de 2015
No sabía
No sabía que esta cama era tan grande, que las cuatro de la mañana existían sin tus besos.
No sabía que el espacio que mis dedos recorrían entre los lunares de tu espalda llegarían a convertirse en años luz.
No sabía lo que significaba nuestra canción hasta que las notas me ahogaron al dejarme sin aire.
No sabía que tu "Para siempre" iba con fecha de caducidad.
No sabía que tenía que tomarte en pequeñas dosis para que no me sentaras mal.
No sabía la gran mentira que era eso de "Lo bueno, si breve, dos veces bueno".
No sabía que necesitaba respirar tus suspiros, que el compás de tus andares marcaba el ritmo de mi corazón.
No sabía lo que arriesgaba ni lo que perdí cuando la vida me dijo "Lo sentimos, inténtelo otra vez".
No sabía que en este caos no hubiera ni un poquito de orden.
No sabía que llovería tanto, que la lluvia se volvería granizo, que el granizo rompería mi paraguas.
No sabía que me costaría tanto recoger este desorden ni que tendría que hacerlo solo.
No sabía que, después de nuestra tormenta, doliera tanto la calma.
No sabía que los dos puntos que ponías tras mi nombre al inicio de tus cartas no se hayan colocado detrás de este punto para volverlo suspensivo...
No sabía que tú querías hacerlo punto final.
No sabía que me tocaría volver a caminar solo.
jueves, 17 de septiembre de 2015
Encogidos
Por la noche se hace más presente. Por la noche se nota más. Cuando se tumban cada uno en su fría cama y no tiene a nadie a quien abrazar. Y no hay beso de buenas noches. Ni siquiera hay un buenas antes de la palabra noche, y cada día es igual que el anterior. Entonces algo pequeño nace en su interior; dentro de cada uno. Dos pequeños niños que vuelan en la noche esquivando las estrellas. Dos pequeños niños que vuelan para encontrarse. Dejan atrás los cuerpos pesados y se ponen frente a frente. Entonces, alzan la mano e intentan tocarse; pero cuando sus palmas están a escasos milímetros, los cuerpos pesados empiezan a sentir un dolor profundo. Abren la caja de recuerdos y se autodestruyen intentando convencerse de que lo que hacen es lo mejor. Y a los dos niños les toca volver a sus jaulas pesadas. Llorando porque sueñan con vivir esquivando las estrellas para siempre. Llorando porque saben que cada noche son más pequeños. Llorando porque saben que no les falta mucho para desaparecer para siempre dentro de ese cuerpo pesado. Y sobre todo, llorando porque saben que nunca jamás lograrán volver a tocarse.
sábado, 15 de agosto de 2015
La chica del columpio
viernes, 7 de agosto de 2015
La tercera taza
viernes, 31 de julio de 2015
Fuegos artificiales
jueves, 18 de junio de 2015
El chico con la televisión encendida
sábado, 6 de junio de 2015
Cuando durante cinco minutos se para el mundo.
lunes, 1 de junio de 2015
Parchís
miércoles, 11 de marzo de 2015
Superhéroes
miércoles, 7 de enero de 2015
Días de perros
¿Que quién es él? Realmente no lo sé. He escuchado muchas historias, pero no estoy seguro de que ninguna de ellas sea real. Es una persona de la que siempre he tenido curiosidad. El otro día me contaron otra versión de la historia de su vida y creo que es la historia más bonita que he escuchado en mi vida.
Él nació siendo un perro. Era el perro lazarillo de un hombre ciego. Aquel hombre no tenía a nadie menos a su perro. Iban a todos los lados juntos y cuentan que es una de las relaciones más íntimas que han existido. No veías a uno sin el otro, siempre juntos y aparentemente siempre felices. El ciego le contaba todo a su amigo y el perro parecía entenderle. Hasta que una fría mañana de inicio de primavera ocurrió algo que lo cambió todo.
El perro se extrañó cuando vio el sol tan alto en la ventana. Su dueño solía salir todas las mañanas a dar una vuelta. Incluso habían encontrado un pequeño rincón donde ambos estaban solos y felices. Entonces el perro se acercó a la cama y lamió la mano de su amo. Estaba más fría que de normal... se subió a la cama y empezó a acariciarle con su peluda cabeza. No se movía. Entonces decidió hacer algo que nunca antes había hecho... empezó a ladrar. Primero flojito, como intentando despertarlo. Después más fuerte, creyendo que no podía oírlo. Y finalmente dolorido... Como sabiendo lo que realmente pasaba.
Los siguientes días fueron raros y tristes. Le llevaron a una extraña habitación hasta que vino un hombre que le llevó hasta casa. Un hombre que se parecía a su amo un poco... Su hijo. Fue un mes duro. El perro intentó apreciar a aquel hombre como apreciaba a su amo... pero no podía. Aquel hombre no jugaba con el. Sus paseos no iban más allá que ir a la acera de enfrente. Y siempre que se acercaba a él parecía molestarle. Dejó de ser tan alegre y se volvió un perro triste. Incluso llegó a envejecer rápido.
Un día, su nuevo amo le subió al coche. Parecía más serio de lo habitual... Llegó a un sitio donde solo había hierba e hizo bajar al perro. Acto seguido volvió a montar, arrancó el coche... y se marchó.
Al perro le costó reaccionar, no entendía nada. Se quedó esperando un rato, pero luego decidió llegar él hasta casa. Empezó andar y estuvo un buen rato andando... Poco a poco, sin prisa pero sin pausa. De repente llegó a un sitio que le sonaba.
Miró hacia todos los lados y olfateó con fuerza... no lo podía creer. Aún olía un poco a él... Se sentó sobre el banco. Aquel era su sitio, donde venían a pasear su antiguo amo y él, donde pasaban horas solos y felices. Se quedó un rato allí descansando, el viaje había sido largo. Y el ya estaba mayor para tanto trote.
Despertó y volvió a olisquear. El olor seguía allí, pero él no estaba. Además, ya él no era su dueño. Decidió volver a casa, desde ahí sabía llegar. Pero camino a casa se encontró a su amo cruzando la calle. Se acercó por la espalda y le ladró alegre, feliz por haberle encontrado.
Su amo se dio la vuelta sorprendido en medio de la carretera. Su cara no era precisamente de felicidad... ¿Cómo?... ¿Cómo había conseguido volver? Un claxon le hizo volver en sí. Se giró y vio de lleno un coche viniendo donde él. Cerró los ojos y se cubrió la cara con las manos. Esperó el momento del impacto, pero justo cuando iba a llegar, sintió un fuerte cabezazo que le hizo caer al suelo. Oyó un golpe, pero no sintió nada. El amo abrió los ojos y vio al viejo perro de su padre en el suelo delante del coche.
"¿Hola? ¿Me oyes?". El perro abrió los ojos y vio a su antiguo dueño. No podía ver más, porque una luz blanca cegada lo demás. "Estás en el cielo... Has muerto. ¿Me recuerdas? Soy yo. Tu antiguo amo". El perro se puso como loco de contento y se abalanzó sobre él. "Eres más bonito de lo que pensaba. ¿Sabes? Ya puedo ver bien... Y eres precioso" dijo el amo abrazando a su perro, mientras una lágrima le resbalaba por la mejilla. "Me gustaría abrazarte de por vida, pero no puedo, no puedes. No puedes quedarte aquí... No ha llegado tu momento. Tienes que regresar... ya tendrás tiempo de estar aquí".
Entonces ocurrió algo mágico. El perro apareció sentado en el banco de su sitio. Miró alrededor y le pareció que algo era distinto. Miró sus manos y contó sus dedos... uno, dos tres, cuatro... ¡cinco! Se levantó y echó a andar... con dos piernas. No lo podía creer, se había convertido en un ser humano. Salió del parque y vio a la policía en un paso de cebra, con el cuerpo de un perro en los brazos y el hijo de su amo de pie con una pequeña herida de la cabeza. Era verdad. Había ocurrido. Era un hombre.
¿Que quién es él? Realmente no lo sé. Pero me contaron que ahora se dedica a ayudar a los perros, que cada vez que ve uno, conectan de una manera de la que sólo pueden conectar dos perros. Y que si algún perro sufre por algo, escapa y va a buscarle. Y él consigue calmarle... Y él consigue cumplir lo que su amo le dijo, esperando el momento en el que se volverán a abrazar.