"La tortura de escribir, al fin y al cabo, es un castigo maravilloso elegido voluntariamente. Un castigo de libertad."
Alfonso Ussía

domingo, 29 de junio de 2014

Firmamos un amor con fecha de caducidad

Bueno... No puedo escribir... Me tiembla la mano. Es más, ni sé cómo empezar... Porque he visto esto en un montón de películas y libros y tal, pero es ponerse delante de este folio en blanco y... No poder decir nada... Y no poder dejar de sentirlo todo.

Me gustaría empezar diciendo lo típico de "si estás leyendo esto es porque..." pero eso significa que aún queda esperanza porque no lo leas... Pero yo me marcho mañana y tu te quedas aquí. Sí o sí. Pase lo que pase. Y estoy casi seguro al cien por cien de que ya no nos volveremos a ver...

Y ahora me vendrás con que ahora todo es más fácil... Con que con el Whatsapp y con Skype y con todas esas tonterías mantenerse en contacto mantener nuestra relación será coser y cantar... Pero sabes en el fondo que no.

Sabes que firmamos un amor con fecha de caducidad. Un amor que, al igual que las hojas de los árboles, se caería con la llegada del otoño. Firmamos sentir la pasión, sí, pero enlatada en dos meses... Sin prórrogas absurdas. Lo sabes. Firmamos largos días al sol de la mano y cortas noches intensas vividas entre besos intensos cargados de sentimientos... Firmamos paseos en la orilla del mar, firmamos puestas de sol rojas, como el vestido que te gusta ponerte al volver de la playa. Firmamos horas de conversaciones sentados en el muelle, con nuestros pies extendidos y colgados, encima de un mar color azul... color tus ojos. Firmamos ser todo durante un tiempo corto y nada durante el resto de la eternidad...

Y ya no sé que va a pasar seguro, pero volveremos a nuestras casas y contaremos lo nuestro a todos... Orgullosos y felices de haber encontrado a una persona que creemos perfecta. Mantendremos el contacto y nos llegarán mensajes de buenas noches largos, llenos de amor y complicidad. Volverá el inicio del curso y los madrugones y las buenas noches serán cada vez más cortas y más tempranas. Empezaremos a tener días en los que ya ni hablemos. Y lo peor será empezar a darnos cuenta de que tampoco nos importa demasiado. Llegarán los exámenes, las movidas en casa, las actividades extraescolares... Y poco a poco todo esto, sumado a los muchos kilómetros que nos separan se nos irá echando encima, hasta que nos ahoguemos y ya ni sea necesario decir que ya hemos acabado.

Ni siquiera sabemos si nuestros padres escogerán este lugar para volver el año que viene. Ya no seremos nada... Y prácticamente nos olvidaremos el uno del otro. Nos llevaremos un buen amigo, una gran anécdota, la duda de qué habría pasado sin esos kilómetros que nos separan y el deseo de repetir un verano así. Al menos eso me llevaré yo.

Pero puedes tener por seguro que estos dos meses contigo han sido magia... Que nunca lo olvidaré, nunca. Yo siempre digo que estamos hechos de instantes, de momentos... Buenos y malos. Y tu me has dado miles de momentos que llevaré de por vida. Y aunque me gustaría no tener que darte esta carta y poder romperla en mil pedazos para tirarla al mar para que se ahoguen mis dudas, mis miedos y, sobre todo, mi tristeza; esto es un adiós. Y créeme cuando digo que si he escrito esta carta es porque no puedo decírtelo en persona sin derrumbarme.

Ojalá dentro de unos años encuentres esta carta entre tus cosas y te haga sonreír al recordarme. Ojalá.

Y ojalá este adiós sea un hasta luego... Pero me parece que el verano ya ha terminado...

Gracias por ser el amor más perfecto del verano más perfecto de la historia. Te voy a echar de menos.

Siempre, siempre, siempre tuyo.
N.