"Toqué al timbre y me abrió él mismo. Tras una mirada incómoda me dirigió
un “hola”. Sin atreverme a mirarle a los ojos le di la bolsa
con un tímido “lo
siento”. Me sentía ridícula y
avergonzada. Pensé que me cerraría la puerta en
las narices, que se reiría en mi
cara o que me escupiría, pero no fue así. Me
dirigió la mejor sonrisa que he
visto en mi vida y que seguramente recordaré
por siempre. Me abrazó y me dijo
“Bienvenida de nuevo”. Me invito a pasar
y
fuimos a su cuarto, donde abrió la
bolsa de los regalos. Parecía el chico más
contento del mundo y no sabía por
qué. Solo le había regalado una entrada y
un simple libro. Pasamos la tarde
en su cuarto y me puso al día con el tema
de la música, nos comimos un kilo y
medio de gominolas de cereza y vimos
Friends en la televisión. Al final
de la tarde me fui a casa y entendí por qué
estaba tan contento con el regalo.
No era el regalo, era que yo había vuelto,
que ya no me iba a echar de menos y
que volveríamos a ser como antes. Era
que yo había vuelto.
Ahora estoy rompiéndome la voz en
el concierto con Miguel. Ha sido un viernes
fantástico. He sacado un nueve en
mates gracias a la excelentísima clase de
Miguel, he estado una hora y media
preparándome para la noche y hemos
cenado mejor que nadie en el burger. Ahora echo la mirada atrás y me doy
cuenta de mis errores, pienso que
si tienes un punto de apoyo, podrás mover el
mundo y salir de cualquier
situación. Gracias Miguel."
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