"La tortura de escribir, al fin y al cabo, es un castigo maravilloso elegido voluntariamente. Un castigo de libertad."
Alfonso Ussía

domingo, 14 de septiembre de 2014

Ese día... El día en el que tú no volviste.

Ese día salí a hacer compras. Llevaba la lista de la compra pensada desde hace días. Me movía entre las estanterías rápido, aun teniendo tiempo de sobre. Cogía y tachaba de la lista, chocolate, lechuga, fresas, limones... Tenía tiempo de sobra, pero ese día tenia que salir todo perfecto. Ese día... El día en el que tú no volviste.

Ese día me pase la tarde cocinando. Lo hacía realmente contento y animado, solo pensando en lo mucho que disfrutaríamos comiendo esa cena. Removía el chocolate mientras se derretía al baño María, preparaba la ensalada que a ti tanto te gusta, preparaba el pescado para hornearlo el tiempo justo... Fluía rápido por la cocina, nunca me había sentido así. Solo pensaba en ti. Solo pensaba en lo perfecto que tenía que salir todo ese día. Ese día... El día en el que tú no volviste.

Ese día preparé la mesa intentando controlar todos los pequeños detalles. Estuve preparando un centro de mesa con tus flores favoritas, y busqué la combinación de colores que más te pudiera gustar para la mantelería y colocando cada plato en su sitio. Cogí la botella del mejor vino que encontré y la abrí para que se oxigenara. Solo pensaba en las muchas sensaciones que viviríamos juntos en esa mesa. En cogerte de la mano mientras vieras la sorpresa que te había preparado el día de nuestro primer aniversario de boda. Ese día... El día en el que tú no volviste.

Ese día, al tenerlo todo preparado, me di una ducha y me vestí con el mejor traje que tenía. Me preparé como si fuera a recibir a una reina, a mi reina. Cogí entre mis manos una rosa blanca, tu favorita, y me senté a esperar. Miré el reloj. Estabas a punto de llegar. Aunque ese día no lo harías. Ese día... El día en el que tú no volviste.

Ese día miraba el reloj cada dos minutos. Me empecé a poner nervioso... No podía esperar a disfrutarlo contigo. Pero ese día recibí una llamada. El timbre del teléfono inundó toda la casa, llenándola de algo que no me gustaba. Cogí deprisa... Y salí corriendo. Ese día... El día en el que tú no volviste.

Ese día llegué corriendo al hospital y te vi tumbada en una camilla con los ojos cerrados y llena de tubos. Ese día tuve que aguantar el discurso de un médico sobre lo grave que estabas tras un accidente de coche. Ese día pasé toda la noche agarrando tu mano hasta que algo empezó a pitar. Llegaron miles de enfermeros y médicos con cara de preocupación y me echaron de la sala. Ese día solo era un tonto con un traje impoluto, la cara desfigurada y la mano todavía cerrada...  Como si pudiera agarrarte la mano. Ese día... El día en el que tú no volviste.

Dos semanas después estaba sentado en mi cama, con los nervios a flor de piel y mirando al suelo. Entonces sonó la puerta de mi casa y entraste. No había una gran cena esperando. No había una gran mesa cuidada hasta el detalle. Solo estábamos tú y yo, en medio del silencio. Entonces levantaste el brazo enseñando una bolsa con comida para llevar y me dijiste: "Feliz aniversario, cariño". Me di cuenta de por qué habías tardado tanto. Y me di cuenta de que era realmente feliz de poder cogerte de la mano otra vez. Ese día... El día en el que me di cuenta de lo mucho que te necesitaba.

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