"La tortura de escribir, al fin y al cabo, es un castigo maravilloso elegido voluntariamente. Un castigo de libertad."
Alfonso Ussía

martes, 25 de noviembre de 2014

Testimonio de una mujer rota



Por fin me atrevo a abrir los ojos. Estoy sentada en una mecedora de mimbre y escucho la respiración tranquila del pequeño Mateo desde su cuna. Todo está en silencio, todo está a oscuras. Intento no llorar, pero no me sale. Lloro... Me permito llorar. Ahora él no me ve; está durmiendo en nuestra cama, en nuestra enorme y cada vez más fría cama.

Sollozo y Mateo se revuelve inquieto. Me acerco y le miro... "Shhhhh... Tranquilo". Le doy un beso en su pequeña manita. Salgo de puntillas y me acerco al baño. Entro, me siento en el suelo y me hago una bola. Intento dejar de pensar, pero todas y cada una de las frases de anoche me golpean la cabeza. "¿Pescado? ¿Otra vez? Sabes cuánto odio el pescado?"; me derrumbo... "¿Te crees que me paso el día matándome a trabajar para llegar a casa y encontrarme con esto?"; noto como el poco rimmel que me queda de ayer me chorrea por la cara. "¿Qué no alce la voz?, ¿a ti te parece normal esto?"; vuelvo a cerrar los ojos... Recuerdo perfectamente lo que viene ahora. "Acabas de despertar a Mateo... ¿No lo entiendes?, ¡Cállate! No eres nadie para gritarme". Creo que sus palabras ,e dolieron más que lo que vino después. "¿Sigues pensando en que tengo un problema con la bebida?, ¿de verdad? ¡Cállate! Espero que hayas aprendido la lección". Sacudo la cabeza. Tengo que borrarme todo esto de la cabeza.

Enciendo la luz y me miro en el espejo. Recuerdo la primera vez que lo hice y vi mi cara llena de marcas, el maquillaje corrido y mi pelo completamente despeinado. Recuerdo mi gesto de horror. Pero eso fue hace mucho. Me lavo bien la cara y me echo maquillaje para borrar los rastros... Cada vez tardo más en hacerlo... Cada vez es todo más difícil. Termino de prepararme y me preparo para salir a trabajar. Esta va a ser la última vez que me hace esto.

Salgo del baño y me lo encuentro.

-Cariño...-me viene a abrazar.
-Déjame.
-Cariño, sabes que lo siento mucho.
-No te creo.
-Te prometo que esta va a ser la última vez que...
-¿La última vez que qué? Eso me dijiste la semana pasada. Y la anterior. Y la anterior.
-Ya, pero esta vez es distinta- le miro a los ojos... Tiene razón, está realmente arrepentido-. Déjame recompensártelo. Esta noche nos vamos los dos a cenar fuera. Solos tú y yo.
-Bueno...

Me abraza y me da un beso. Sonrío... Y con esa sonrisa salgo al rellano donde está mi vecina del quinto.

-Qué feliz se te ve... Se nota que tu marido y tú hacéis buena pareja.

Y entonces me doy cuenta... Qué importa lo que nos pase, si en el fondo le querré siempre...




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