"La tortura de escribir, al fin y al cabo, es un castigo maravilloso elegido voluntariamente. Un castigo de libertad."
Alfonso Ussía

lunes, 2 de diciembre de 2013

Cartas al cielo

Aquí me tienes otra noche más, hablándote. Sonriendo mientras miro nuestras fotos. Últimamente no te hablo mucho, pero es que estoy de exámenes y tengo menos tiempo. Todo va bien. María ha ganado el concurso de fotografía del colegio y está como loca de contenta. Hace mucho tiempo que no veo a Dani, como su familia se mudó a otra ciudad, ahora no podemos quedar todos los fines de semana. Bueno, este sábado tenemos cumpleaños de Silvia y no sabemos qué regalarle... Y bueno, esas son las noticias más importantes. ¿Tú qué tal? Supongo que por allí bien, todos dicen que donde estás es un lugar más bonito y mejor para estar. ¿Sabes? Me he puesto a recordar. No puedo evitarlo, lo sabes. Aún recuerdo el día en el que te fuiste, aunque ya hayan pasado tantos años. Llevabas mucho tiempo en esa habitación oscura y fría, tanto, que te había regalado un póster de Pokémon para decorar sus paredes. Yo iba allí casi todos los días a verte y jugábamos a cartas, veíamos la tele o contábamos historias. Recuerdo la última carta a los Reyes Magos que escribimos juntos. Yo pedí para ti una peluca con el pelo revuelto, como a ti te gusta, pensando que si recuperabas el pelo, podrías salir de allí. Bendita inocencia infantil. Y llegó el último día. Me dijiste que, por fin, salías de allí. Yo me puso muy contento, pero tú me cogiste de la mano, me diste las gracias y me entregaste una pequeña mochila. Al despedirnos tenías los ojos llorosos, pero una gran sonrisa en la boca. Yo no entendía nada, pero al día siguiente, al pedirle a mi madre que me llevará contigo, me sentó y me lo explicó todo. Yo no le creía, pero cuando me fui a la habitación y abrí la mochila, vi tu peluche favorito, tu libro de Harry Potter, el que nos había hecho creer que éramos magos, y un dibujo en el que salíamos los dos con un título. "Gracias... Nos veremos pronto, lo prometo". Me sentí triste, yo no me había despedido de ti, y decidí enviarte una carta. Pero cuando la tenía escrita, mi madre me dijo que estabas en el cielo, con el abuelo Antonio, y que allí no llegaba el cartero. Pero no me dí por vencido, escribí la carta en un avión de papel, lo tiré por la ventana y cerré los ojos para no ver hacia dónde iba. Me daba igual, yo solo sabía que ibas a recibirla.

Poco a poco me fui dando cuenta de que no hacía falta hacer todo eso para hablar contigo. Que siempre que te necesito estás y que si todo va tan bien es gracias a que tengo un ángel de la guarda que me cuida. Si algo se tuerce, solo necesito abrazar tu peluche para sentir que todo se va a arreglar. Vale que ya no podamos jugar a cartas. O ver una película juntos. Ni escribir la carta a los Reyes Magos. Pero ahora mi vida ha cambiado. Y si ahora consiste en recordar momentos, en esperar abrazos que, sin duda, llegarán y en escribir cartas al cielo... Quién soy yo para cambiarlo, si sé que así puedo llegar a ser lo que quiera.



No hay comentarios:

Publicar un comentario