"La tortura de escribir, al fin y al cabo, es un castigo maravilloso elegido voluntariamente. Un castigo de libertad."
Alfonso Ussía

martes, 26 de noviembre de 2013

Y enamorarme de la ciudad, pero un poco menos que de ti.

Historias de autobús,. Cuentos fantásticos llenos de personas felices en boca de ilusos. Susurros y secretos. Manos entrelazadas y sonrisas dobles. Ratos dormidos, cabeza con cabeza, compartiendo el mismo sueño. Horas de espera, música para ambos con un solo par de auriculares. Mismos acordes, mismos compases, mismas melodías, mismos sentimientos. El mismo brillo en los ojos. Y el frío al apoyar la cabeza al cristal.

Pero estamos aquí. Ya estamos aquí. Parece que no íbamos a llegar nunca, pero la magia parisina nos da la bienvenida. y es que estás aquí. Conmigo. Mirando hacia todos lados con tus ojitos curiosas mientras me coges de la mano. Tanto tiempo había esperado este momento, una navidad en París, contigo a mi lado. Y ahora estamos observando maravillados las luces callejeras típicas de estas fechas, con nuestros gorros de lana y bufandas calentitas. Estás preciosa.

Y es que solo la luz que se refleja en tus ojos puede superar a cualquier destello del sol. Solo tu risa puede mejorar cualquier armonía hecha por las cuerdas de un viejo piano. Que solo tu sonrisa podría desviar la mirada de todos. Que sí, que solo tú puedes hacer que todo esto valga la pena. Luchar, si es contigo, lo vale todo y velar por tu felicidad se ha convertido en mi meta. Dicen que el mundo está hecho para vivir de dos en dos. Que todo cobra sentido. Dicen muchas cosas, y la mayoría no las creo. Solo sé una cosa. Que eres tú. El susurro del viento prematuro del otoño. Cada aroma de una delicada flor de primavera. Cada sorbo de mi chocolate caliente en una fría tarde de inverno. Siempre has sido tú la que ha dado el detalle a cada instante que hoy me construye. Sin ti, no sería yo. Sin ti... No sería nada.

Ay, tenemos tantas cosas que hacer aquí... Desayunaremos un café caliente en una cafetería del centro, en una de esas mesas que da a la ventana, para ver la magia de la rutina, del ir y venir, de las prisas, de lo cotidiano. Recuerda que, por mucho vértigo que tenga, subiremos hasta la parte de arriba de la Torre Eiffel y veremos todo. Y la Torre, hoy, lucirá por ti. Supongo que no nos iremos sin dejar un candado con nuestro nombre en el famoso puente. O sin que alguna de las manos ágiles de los artistas callejeros nos retrate en alguna esquina especial de París. Paseos de la mano por las calles infinitas de la preciosa capital. Soñar despiertos. Ir de en tienda buscando souvenirs y comprar cientos de pequeños llaveros de la Torre Eiffel para recordar todo esto al irnos. Y enamorarme de la ciudad, pero un poco menos que de ti.




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