Su hermano duerme, y no podrá ver esa sonrisa nerviosa y sincera de un niño de siete años, la que, no en pocas ocasiones, ha sido su bote salvavidas. Carga con la mochila y encuentra la fuerza, cada día quizás un poquito menos, suficiente para hacer frente a lo que le espera. Auriculares para anestesiar el dolor y para sonreír e iluminar.
Nuevo día, nuevas experiencias, mismo sentimiento. Encuentros en el pasillo, sonrisas forzadas y "buenos días" monótonos. Pero Paula no lo ve. No está sola. Puedo contar a bastante gente que nota que Paula no brilla igual. Pero las largas horas de clase solo duermen más a Paula. Y el recreo es muy corto. Y sus charlas interiores demasiado largas.
Paula ya no se mira en los cristales de las puertas de las aulas. Ya solo se fija en las baldosas iguales del suelo del pasillo. Solo espera a llegar a casa. Quizás como todos, pero ella con más razones. Y tras siete largas horas de batallas pasadas, frases en latín y reflexiones de Platón, consigue volver. Nuevo día, nuevas experiencias, mismo sentimiento. Pero su día no ha acabado. Y su hermano vuelve en dos horas.
"Quizás la música sea la respuesta. Quizás la vida siempre sea así. Quizás solo la música y hacer los deberes con mi hermano sea lo bueno." Quizás. Quizás. Aunque quizás si Paula levantara la cabeza, vería a personas preocupadas. Y dispuestas a hacerla brillar como se merece. Y quizás todo empiece a ir mejor. Y quizás vuelva a ser todo tan bueno como Paula merece.
Paula no está sola. Nunca lo ha estado. Y tú. Tú tampoco. Solo levanta la cabeza y míralos. Ahí están.
ME ENCANTA COMO ESCRIBES.
ResponderEliminarNO DEJES DE HACERLO PUES ME QUITARÍAS EL PLACER DE LEERTE
Muchísimas gracias, me llena de emoción pensar que ya no escribo solo para mí y que haya gente que me
EliminarSiga. Gracias por todo.