Hablando de felicidad…
no toda mi vida ha sido mala, triste y solitaria, sino que también hubo, y
todavía hay, una época alegre. Y todo gracias a mi segundo punto de inflexión,
la entrada a un nuevo colegio. Uno en el que no se meterían conmigo por ser
autista. Uno en el que podría llevar medianamente una vida normal. Un colegio
para gente como yo.
Mi vida mejoró
notablemente, y con ella, mis notas. Hice amigos, muchos amigos, y hasta un
“amiga especial”, de esas que dicen “con derecho a roce”. Voy a presentarla. Se
llama Rocío, Rocío Asensio. Es el nombre más bonito que he escuchado en toda mi
vida. En serio, me encanta. Pues Rocío iba a mi clase, y encima era la persona
más inteligente. Al principio hablamos, charlamos, nos reíamos pero nada fuera
de lo normal. ¿Cómo se iba a fijar en mí la chica más inteligente y guapa de la
clase? Porque no sé si lo he dicho, pero ese pelo color caoba y esa mirada penetrante...
No, si ya lo decían Estopa y Joaquín Sabina: “Tus ojos no tienen dueño porque
no son de este mundo”. Creo que Rocío no se fijaba en mí, hasta que sucedió el
mejor punto de inflexión de mi vida. Y todo gracias a mi profesor de lengua. Espera,
tengo que ordenar mis ideas. No sé cómo
contar la parte más importante de mi vida.
El caso es que teníamos
que hacer un resumen de un libro, como en todas las evaluaciones, pero como
este libro era más complejo, nos dejo hacerlo por parejas. Como no nos pusimos
de acuerdo, hizo las parejas el profesor y me emparejó con Rocío. Casi me
muero. ¡Con Rocío! La vida por fin me sonríe.
El trabajo era sobre un
libro con el que me sentí completamente identificado: “La velocidad de la
oscuridad” escrito por Elizabeth Moon. Trata de un autista llamado Lou, que
lleva una vida normal. Trabaja, hace sus tareas de casa, va a la compra… Encima
va un día a la semana a un club de esgrima que crea una pareja del vecindario.
Allí hace varios amigos y entre ellos conoce a una mujer llamada Margaret de la
que se enamora. La novela empieza cuando cambian al jefe de Lou. Su nuevo jefe
quiere recortar las ayudas que tiene la empresa hacia el colectivo de autistas
(el gimnasio, el parking particular…). Para ello quiere obligar a los autistas
a someterse a un medicamento (aún no tratado) con el que conseguirían dejar de
ser autistas y convertirse en personas normales. Al final, el tratamiento no es
obligatorio y Lou tendrá que pensárselo bien y decidir si quiere dejar de ser
autista y arriesgarse a seguir el tratamiento. No voy a escribir el final por
si algún día alguien lee este diario y le entran ganas de leer la novela. Yo la
recomiendo a todo el mundo. Se ha convertido en mi libro favorito.
Es una novela muy
profunda y muy bien hecha, refleja realmente el pensamiento y la forma de ser
de un autista, aunque la escritora no lo sea.
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